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La dimisión del alcalde de Ciutadella es un episodio más de una sucesión desastrosa de actos encadenados, a cual más esperpéntico. Recuerdo que este mismo alcalde presidía aquella Corporación Municipal, que nada más tomar posesión de sus cargos, una de las primeras cosas que hicieron fue subirse el sueldo, y de qué manera, y lo justificaron diciendo que de esta suerte podían prestar un mejor servicio a la ciudadanía. Visto aquel mandato, y visto el actual, mas justo habría sido haberles bajado el sueldo, porque aquella subida, en puridad, para lo único que realmente sirvió fue para llevar la buchaca más lustrosa a costa del contribuyente.  Porque los resultados de buen  gobierno hacia la ciudadanía de aquel mandato, fueron más que discutibles. Y en el segundo mandato pues que les voy a decir, el batiburrillo, el desquiciamiento, el "desgavell" ha sido de lo más insospechado que cabía imaginarse. Lo último ha sido la dimisión del alcalde, y presumiblemente no va  a ser la última dimisión de su grupo.

Dada la situación, me pregunto a quién ha presentado el Alcalde la dimisión. No creo que lo haya hecho ante la ejecutiva del PP, partido por el que se presentó a las elecciones. Mas como luego, en una poco o mal explicada ruptura con su partido, se convirtieron en disidentes o tránsfugas. Sólo se me ocurre la dimisión ante si mismo, y luego comunicársela a los que le han acompañado en el aciago viaje de esta excelentísima Corporación Municipal que presidía, que por cierto, en el presente ejercicio, no ha sido ni de lejos la Excelentísima Corporación que los votantes, la ciudadanía, paga, demanda y merece. Cuando una Corporación Municipal, o parte de ella, no es precisamente un modelo de comportamiento, y su eficacia está lastrada por sus problemas internos, lo de Excelentísima Corporación se me antoja bastante discutible.

La ciudadanía tiene razón cuando dice: ¡cómo van estos a poner orden, si ellos tienen un desorden de aquí te espero!

El señor Brondo se ha ido cuando ha barruntado que una moción de censura lo colocaría en una postura incomodísima  para la que no contaría con otra compañía que si mismo. No sé, por otra parte, si al dimitir ha valorado que con su dimisión hacía innecesaria la moción de censura. Incluso, dentro de la rocambolesca y convulsa situación de la Corporación Municipal, podría darse el caso de que el PP recuperase la primera vara municipal. Pero fíjense como es la situación y que poco previsibles  resultan estos concejales: "los portavoces del PSOE y el PSM, Carbonero y Maite Salord, tuvieron que reunirse deprisa y corriendo con el secretario y una técnica de administración general del ayuntamiento, para asesorarse sobre la nueva situación jurídica del consistorio", según publicaba el diario, jueves 10 de febrero 2009, en un trabajo periodístico que firma Laura Bañón. O sea, que ni ellos mismos sabían a que atenerse ante una situación tan previsible que se veía venir, como era que Brondo, por fin, decidiera irse a su casa. Contingencia, ya digo, que deberían haber tenido prevista antes de que se diera la situación creada, ante la cual se me presenta una duda razonable: si Brondo y el resto de concejales de su equipo de gobierno se salieron de la disciplina del PP, creo que incluso se dieron de baja, y se pasaron al grupo mixto, ¿cómo puede ahora el partido reemplazar a Brondo con la candidata número 12 de la lista municipal del PP, si Brondo ya no era Alcalde por ese partido? Sí...ya sé...que estas extrañas cosas las contempla la ley, lo cual no deja de ser esperpéntico. Lo lógico, lo normal, habría sido cesar a los disidentes y poner a los que siguen en la lista en su lugar pero en 24 horas, sin dilatar la situación. Creo que algunas leyes deberían revisarse porque una cosa es la ley y otra muy distinta la justicia. Y cuando la ley no se ajusta precisamente a lo que es justo, extraña justicia puede conseguirse.  En el momento actual se puede estar obrando respecto a la ley en estos temas, pero en modo alguno se estará obrando en lo que es justo, pues para nada me parece justo obtener un cargo público votado por los ciudadanos, un cargo gracias a un partido que luego se ostenta al margen del mismo, situación que, como poco, no contempla para nada, ni de lejos, lo que el ciudadano votó, y sin embargo paga religiosamente.  De manera que la ley dice que sí, pero la ética, lo coherente, y sobre todo lo justo, gritan que no.