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Ver a los inmigrantes sólo o principalmente como una competencia laboral en tiempos de crisis, como los beneficiarios de los servicios sociales, como deformadores de la cultura y las tradiciones es injusto y fomenta la xenofobia y la fractura social. La Iglesia celebra hoy la Jornada Mundial de las Migraciones. El Papa, en su encíclica "Caritas in veritate", afirma que "los emigrantes no pueden ser considerados como una mercancía, una mera fuerza laboral, porque todo emigrante es persona humana y como tal posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier circunstancia".

La jornada, que se manifestará esta mañana con actos en Maó y Ciutadella, no podía llegar en un momento más oportuno, con un debate abierto por la actitud del Ayuntamiento de Vic de no empadronar, negando así escolarización o sanidad, a los inmigrantes sin papeles. Esta mecha ha prendido con fuerza la hoguera del debate político.

Es muy fácil animar el rechazo al extranjero en estos momentos y hay que pedir a los partidos responsabilidad y sensibilidad con quienes más padecen la pobreza y la marginación. Este importante debate no puede limitarse a los aspectos económicos.