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En la página contigua aparecen los patronos de la Fundació Rubió en los pasillos del Juzgado, un episodio más de la batalla legal que se vive en el seno de esta entidad con escaramuzas constantes. Por una parte, la familia, representada por la hija del fundador y uno de los patronos; por otra, el resto de patronos con el actual presidente.

Posiblemente, ni a unos ni a otros ni a la sociedad menorquina en general como teórica beneficiaria de la Fundación les satisface la estampa, pero metidos en harina como estamos vamos a ver cómo sale la hogaza.


Más allá de las cuestiones estrictamente jurídicas y el particular carácter privado de una fundación con finalidades culturales públicas, parece conveniente plantear si se entiende bien una entidad como ésta que para evolucionar y cumplir sus fines necesita marginar a la familia. Los antecedentes de enfrentamiento entre la hija del fundador y el gerente habían conducido a la parálisis, de modo que ya se produjo una primera remoción de la presidenta, frustrada poco después. Ahora se ha hecho lo mismo pero con más rigor legal y con la noble intención de rescatar la fundación y ponerla en el lugar que la sociedad menorquina reclama. No parece que haya otro camino, pero la Fundación Rubió sin un Rubió entre sus principales cargos necesitará un tiempo de asimilación.