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Parece que estemos destinados (y creo que para muchos años) a que nos gobierne el PSOE o el PP.

Dentro de ambos partidos hay políticos que han estado en la oposición, luego en el gobierno y ahora están en la oposición, caso del PP. Y en el PSOE pasa prácticamente lo mismo, aunque ahora estén gobernando.

La última vez que el PP perdió unas elecciones, ¿por qué las perdió? Las próximas elecciones las puede perder el PSOE, ¿por qué?
¿Qué tienen que hacer el PSOE o el PP para ganar las elecciones? Ambos partidos saben que ganar o perder depende solamente del 18% del electorado. Fíjense en el siguiente dato: en un 18% de indecisos estaría un gobierno en las próximas elecciones.

Ese 18% de indecisos pueden dar un voto al PSOE o al PP por la más mínima influencia externa, una frase soez, caso del improperio de la señora Aguirre hacia un compañero de partido de hace unos días; o con más fundamento cuando el señor Corbacho dijo hace unos meses que no íbamos a llegar de ninguna manera a los 4 millones de parados, y estamos por encima de esa cifra camino de los 4,5 millones, Dios no quiera que lleguemos a los 5.

Un voto indeciso puede ir a parar a un partido o al otro, incluso por el ánimo que deje en el espectador televisivo de un mitin de campaña entre el señor Rajoy y el señor Zapatero. Es sorprendente que un mero debate televisivo sirva para orientar la trayectoria política que pronostican para cuatro años los candidatos.

Un voto que dejará en el poder al mismo gobierno o pondrá uno completamente diferente. No me digan que la cosa no tiene su punto, gastarse un saco de millones de euros en una campaña electoral, cuando en puridad se trata de convencer a un 18% del electorado.

Un tema que los políticos no deberían dejar de lado, como si la cosa no fuera con ellos, es el motivo del creciente voto en blanco. ¿Saben ustedes que en Cataluña, en las últimas elecciones, el voto en blanco fue la tercera opción más votada? Es decir, si se formase un partido con ese voto inane, habría logrado ser la tercera fuerza política.

Y aún hay más. En estos momentos los votantes manifiestan un rechazo muy preocupante hacia los dos líderes políticos que presumiblemente van a reivindicarse para formar el próximo gobierno legislativo. Ni entusiasma el señor Zapatero, ni entusiasma el señor Rajoy. Ambos dos van de la mano en la antipatía que el votante siente por ellos.

No crean que con lo dicho ya lo hubiéramos dicho todo sobre la desgana que los políticos y la política actual están generando en el electorado. Qué va, qué va...Fíjense que a nivel nacional, los políticos ocupan el tercer puesto en las preocupaciones de los votantes. Primero el paro, segundo el terrorismo y tercero, los políticos.

Y en Cataluña, la segunda preocupación de los votantes son los políticos. Situación que, entre unas cosas y otras, se ha ido ganando a pulso la familia política. Y mala cosa es que los administrados no se fíen ni un tanto así de los administradores.

Lo que acaba por traducirse en que importa una higa quien gane o pierda unas elecciones, siendo el síntoma más revelador de esta apatía y de esta desconfianza lo que sucede en las urnas con la baja participación, añadiendo además el progresivo voto en blanco de aquellos que no renunciando al sufragio del voto, les es indiferente quien gane o pierda.

La necesaria clase política, necesaria e imprescindible, debería hacer el esfuerzo de disciplinar su trayectoria, poniéndole coto de inmediato a privilegios y corrupciones, que les están alejando cada día más de la ciudadanía, si no quieren acabar más pronto que tarde por ese camino que se traen, con ese eufemismo de gobernar para el pueblo, pero sin el pueblo.