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Quienes la haya visto recordarán que, en 1940, su director John Ford recibió dos oscar, película que fue un canto a la solidaridad ante la depresión que sufrió Estados Unidos en los años treinta. No, no voy a hablar de esa película, voy a hablar de otras, mezcla entre dibujos animados, galácticas, terror y suspense, de esas otras películas que constantemente estamos visionando desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, de ese constante goteo de zumo amargo extraído de uvas inmaduras con el que inexpertos viticultores actuando como políticos o políticos inexpertos puestos a hacer de viticultores, que no sé lo que es peor, nos invitan un día sí y otro también a embriagarnos con los caldos del asombro. Ahora le toca el turno a ese proyecto abortado de Torralbenc, de sus bodegas, viñedos y demás, que fue atado con el conocido y carcomido hilo de la burocracia administrativa, ese carcomido y antiguo hilo que, a pesar de estar en pleno siglo XXI, se siguen todavía atando innumerables pies y manos que no hacen otra cosa que lesionar los intereses del ciudadano, del ciudadano contribuyente, no olvidemos eso. Pero es que además del enorme error de utilizar esas vetustas ataduras en plena época informática, mucho más preocupante son las manos que les ponen sus nudos, porque frenar con papeleos absurdos y desfasados proyectos como el mencionado, lo único que se consigue es frenar la salida de nuestra propia crisis, evitar la creación de riqueza y puestos de trabajo. Y digo yo, ¿esto es lo que queremos la mayoría de menorquines y más en la situación de paro en la que nos encontramos? Esperemos que esa urgente puesta en contacto con el autor del proyecto, por parte del Sr. Marc Pons, no sea tildada de tardía y que las aguas vuelvan al cauce de donde jamás deberían haber salido.