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La realidad de la Menorca de estas pasadas décadas la había conformado las diversas iniciativas empresariales de los menorquines quienes desde los años cuarenta del pasado siglo XX consiguieron diversificar la economía isleña hasta alcanzar un modelo económico equilibrado que algunos llamaron "el modelo económico menorquín" o la "vía menorquina al desarrollo". Este modelo creó la riqueza que permitió a nuestra isla situarse entre las regiones españolas más ricas y con mayor PIB. Durante años se nos llamó "la Suiza mediterránea".

Mucha de esta riqueza no fue creada, con excepciones, por la burguesía o los restos de las antiguas castas nobles (cuyo irreductible conservadurismo las hacía preferir vivir retiradas en sus cuarteles de invierno como rentistas de sus "llocs") sino que surgió de las mismas capas trabajadoras que alcanzaron el status burgués mediante la aplicación del esfuerzo personal en la realización de los proyectos que gestaban y que, no obstaculizados por legalidad vigente alguna, eran contrariamente ayudados, respaldados e impulsados en su realización.

Así pues fue la sociedad civil, el capital humano menorquín, quien bajo su exclusivo esfuerzo, impulsó la socialización y la generalización de la riqueza de la isla. Se consiguió un equilibrio productivo que, preservando la naturaleza de la isla desde la racionalidad y la tradición, facilitaba la realización de proyectos concretos.
Paradójicamente la llegada de la Autonomía ha cambiado la situación. Como bien señala Antonio Alemany.

"Parecía que con la autonomía y gracias a su enorme potencialidad de gobierno, no sólo se iba a consolidar esta trayectoria creativa de la sociedad civil, sino que se iba a proyectar en términos exponenciales. No ha sido así.

Contemplando el panorama de estos años autonómicos pasados y el desenlace traumático que estamos viviendo habrá que convenir que estas expectativas no sólo no se han cumplido sino que, de forma progresiva, han acabado por alumbrar un pesimismo depresivo que trasciende la coyunturalidad de la crisis que están viviendo las economías occidentales. Lo que nos ocurre no es sólo, ni principalmente, una crisis económica sino una crisis de la sociedad que es mucho más grave y preocupante.".

Alemany comenta la complejidad de la nueva infraestructura política creada por la nueva burocracia y diagnostica que "la autonomía ha secuestrado la sociedad civil y lleva camino de aniquilarla ….. la sociedad civil ha dejado de protagonizar su condición rectora y directora sustituida por una autonomía que ha acabado por ser un fin en si misma en manos de quienes la controlan.

El ciudadano, que es la base de la sociedad civil, ha pasado a un segundo o tercer plano y ha dejado de ser el objeto de ocupación y preocupación de la gobernación, subrogándose en su lugar ideologías, nacionalismos, grupúsculos, estructuras de poder político y mediático".

Y yo añado: y el exclusivo interés por el poder, no por el ciudadano. Así pues la Administración, la sociedad política, de forma inesperada ha venido a sustituir y a obstaculizar de un modo abusivo el protagonismo histórico que la sociedad civil siempre había tenido en nuestras islas. (continuará).