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Bajo el título de "Lo sagrado hecho real" (The Sacred Made Real) se ha podido contemplar en la Nacional Gallery de Londres una maravillosa recopilación de pintura y escultura del Siglo de Oro español. El título de la exposición alude a la excelente combinación de realismo y sacralidad que se manifestó en los años más brillantes del arte figurativo en España.

Uno de los pintores más representativos de la época es Zurbarán. Este pintor siempre fue debidamente valorado, pero desde principios del siglo XX ha suscitado una ferviente admiración. Francisco de Zurbarán (1598-1664) nació en Fuente de Cantos (Badajoz). Este artista que por su peculiar expresividad destaca entre los maestros de la pintura española de su tiempo, no surgió, como era frecuente, en una familia ya conocida por su dedicación a las artes, sino en un hogar de honrados labradores de los campos de Extremadura.

La austera belleza y la luminosidad de su tierra, así como las firmes convicciones cristianas de su entorno, propiciaron que en su obra brillaran tanto su maestría, como su sensibilidad religiosa y su recia espiritualidad. Él siempre fue un hombre modesto y nunca se mostró engreído por el éxito que alcanzó.

Las series más nutridas y famosas de la pintura de Zurbarán son las que reflejan la vida monástica y ensalzan las figuras más ilustres de las órdenes religiosas. Estos conjuntos de su pintura se hallan especialmente en las cartujas de Jerez y de las Cuevas (Sevilla), en la sacristía de Guadalupe y en San Pablo de los dominicos en Sevilla. También son de gran expresividad los lienzos de tema mercedario, y de un modo muy singular el del martirio de san Serapio que figura en la mencionada exposición y cuyas características, como veremos, son muy peculiares y de una notable excelencia.

En la realización de estas pinturas de tema monástico destacan la muy lograda representación artística del tejido y la coloración de los hábitos religiosos con predominio del color blanco de muy variadas tonalidades, como el nacarado, marfileño, oscurecido, brillante, pálido, desvaído, rosáceo y otras. Asimismo sobresale su pintura por el sobrio realismo hispánico y por una dinámica delicadeza, rasgos que ponen de relieve la valoración que el pintor hacía de lo sobrenatural integrado en lo humano y de las virtudes cultivadas en la vida diaria.

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Muy sugestivo es el lienzo del martirio de san Serapio. Esta pintura es una de las que ha llamado más la tención a quienes han visitado con detención e interés la exposición londinense. El prestigioso historiador Lord Thomas de Swynnerton, comentando esta recopilación instalada en la Nacional Gallery y refiriéndose a las pinturas de Zurbarán escribe: "San Serapio es especialmente extraordinario" y añade: "Posiblemente el más conmovedor de los cuadros de Zurbarán que hay en la exposición sea el retrato del mártir inglés del siglo XII Peter Serapion, pintado para la iglesia de la Merced de Sevilla y ahora en Hartford Connecticut" (ABC, 11-2-2010).

Este religioso, afiliado a la orden de la Merced, desde los primeros tiempos de esa institución, había nacido en Londres en 1179 y al conocer la obra que llevaba a cabo san Pedro Nolasco en España, quiso unirse a los mercedarios y se entregó generosamente a la esforzada labor de la redención de cautivos. La tradición de la orden mercedaria afirma que al llevarse a cabo la conquista de Mallorca por Jaime I de Aragón le acompañó Serapio, al cual el rey habría enviado a Menorca con el fin de redimir cautivos, y que para ello permaneció en nuestra isla durante algún tiempo.

Después el santo continuó su misión en el norte de África, donde quedó en cautividad y sufrió un cruel martirio, siendo primero torturado y clavado en una cruz en forma de aspas, muriendo al fin decapitado el 14 de noviembre de 1240. Su culto fue aprobado por el Papa en 1728. En la capilla de santa Clara de la iglesia de los franciscanos de Mahón, en la parte superior del retablo, desaparecido en 1936, figuraba el martirio del santo suspendido el aquel tipo de cruz que se llama de San Andrés o de Santa Eulalia de Barcelona, porque fue en la que murieron tanto el apóstol como la mártir barcelonesa.

Zurbarán representa a san Serapio sufriendo tortura, con las muñecas estrechamente atadas y con los brazos en cruz. Es un cuadro en el que el pintor extremeño conjuga el dramatismo del tormento con la serenidad del rostro dolorido del mártir, profundamente consumido por el prolongado suplicio. Las manos expresan, junto con el dolor que le causan las ataduras, la dignidad y el mérito de su labor redentora y evangelizadora.

Los pliegues del amplio hábito mercedario, surcado con sombras que riman con el entorno oscuro del lugar del tormento, reflejan un difuso resplandor que nos induce a considerar que el Redentor del mundo, Cristo Jesús, se hallaba presente espiritualmente junto al heroico redentor de cautivos.

Sobre el escapulario del religioso mártir destaca el emblema de la Orden mercedaria, en el que figuran el oro y la púrpura del escudo de la Corona de Aragón, junto con la cruz blanca de la Catedral de Barcelona, lugar donde san Pedro Nolasco había programado y consagrado aquella fecunda labor de redimir cautivos, de la que Alfonso X el Sabio escribiera que es "obra de merced", o sea, una entrega personal que implica una donación generosa y esforzada, que la Iglesia siempre ha bendecido.