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Dicen quienes lo saben que "aunque la mona se vista de seda, mona es y mona se queda". Convendría que esto alguien se lo dijera al señor Rajoy, que al hombre le han entrado prisas y aficiones de travestismo laboral, como si todo el año fuera carnaval. Tan pronto se nos disfraza de cocinero y se nos pone a repartir a los necesitados un cocido, sin saber qué va primero, si el chorizo, la morcilla o los garbanzos, como se pone de parado del INEM, y hete aquí a don Mariano guardando cola el tiempo justo para que una cámara de TV y un fotógrafo de agencia "que circunstancialmente" pasaban por allí, captasen la histórica efeméride. Este hombre lo mismo se pone una bata verde que una blanca, según de qué convenga disfrazarse.

Y lo último, la guinda de esas ocurrencias después del último debate con el señor Zapatero, ha sido ponerse en esos trabajos de hacer encaje de bolillos. ¡Haber empezado por ahí alma de cántaro! Que gobernar, ya lo experimentará usted don Mariano, es lo más cercano a esa filigrana del encaje de bolillos. El resto de escenificaciones, disfraces, performances y subterfugios virtuales sobran.

El encaje de bolillos resume gráficamente el difícil y complejo oficio de gobernar, cosa que de seguir así, tal cual está la situación, lo prudente es hacer un curso completo sobre el oficio de manejar con soltura los bolillos. Es más, todo aspirante a presidente de gobierno debería aprobar previamente un duro examen sobre el encaje de bolillos políticos. Sí, señor Rajoy, no vaya a ser que en vez de una filigrana nos salga un desatino, como esos que de tanto en tanto le están saliendo al gobierno que usted, por derecho y desde su razón, quiere sustituir.

A propósito de esa vieja y sabia afirmación sobre la mona, la seda y sus resultados, que de común suelen ser afirmativos. Va el señor Aznar y, como no para quieto, se presenta en la Universidad de Oviedo para seguir poniendo, según su empecinada, reiterativa y cansina costumbre, a caer de un burro al señor Zapatero, al gobierno y su forma de gobernar, cosa que por pura cortesía, él debería de tratar con otras prudencias y no porque no le asista la razón, sino por ser quien es, que no debe de olvidar que es por ser quien fue, hablando de quien le sucedió.

Dicho esto, no estoy para nada de acuerdo en que a un ex presidente del gobierno, llámese Suárez, González, Aznar o cualquier día Zapatero, se le monte un guirigay organizado, donde cualquier acusación o improperio puede ser lanzado desde la opacidad que ampara y confunde la masa vociferante. Al señor Aznar se le debe respetar. Otra cosa es estar o no estar de acuerdo con lo que hizo o con lo que no ha dejado de hacer. Pero la crítica, la controversia, el derecho a la libertad de opinión, debe hacerse desde el respeto.

Lo que naturaleza no da, Salamanca no lo presta", y en eso Aznar es de los de genio y figura.

Como algunos estudiantes le recibieran en Oviedo como le recibieron, el ex presidente no se cortó un pelo y les hizo una gráfica "peineta". Esa gilipollez universal del brazo levantado con el dedo índice hacia arriba, que otros también llaman corte de mangas. ¡Hombre señor Aznar, no fotis", si un ex presidente merece gestos cuidados y respetuoso, un ex presidente debe también, con el mismo principio, cuidar sus palabras y sus gestos, que si no, la categoría se nos va por el desagüe.

So pena que de lo que se trate sea de incrementar el marketing particular que otrora acuñamos de prepotencia y soberbia, que a la fin y a la postre a veces, según convengan estas cosas, engrosan o lustran el currículo de quien cobra por su nombre.