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Ni siquiera Menorca libró su historia de no tener en los cruces de los caminos algún que otro desertado, bandidos o bandoleros que se decía en la España de Despeñaperros abajo, y en Menorca les decían "bandejats". Algunos eran menorquines, los más eran desertados de la vecina Mallorca. El caso era que, entre la piratería musulmana del norte de África y el bandidaje propio, transitar por el campo isleño era industria arriesgada. Uno de aquellos desertados fue Inocente Pons, que le decían el Zampacocas porque era capaz de comerse una coca de un kilo de harina de una sentada.

La vida le cambió a Inocente Pons el Zampacocas cuando en mala hora se puso un día a segar el poco trigo que no había malbaratado la plaga de langosta, que en aquellos años aciagos asolaban las cosechas, al extremo que la Clave-ría General pagaba dos "diners" por cada "almud" de langosta. Y segando segando, por vez de hacer de una mala añada una buena, segó de paso una tanca del vecino, por lo que la justicia le tomó interés.

Inocente se ofendió tanto que decidió hacerse desertado y así, una mañanita de primeros de junio, caminando caminando campo atraviesa por donde no corría peligro, se adentró en la mitad de la isla para empezar a ejercer su nuevo oficio de "bandejat". Antes había apañado un cuchillo que en su casa tenían para matar el cerdo y un arcabuz de "pedra foguera" y echándoselo al hombro y cruzando el cuchillo sobre la negra faja, se tocó la cabeza con un sombrero de pajas y se echó a las costillas una bolsa de espadaña. Como era un hombretón robusto, con aquellas trazas daba miedo sólo de verlo.Inocente Pons, el Zampacocas, no era de mala casa, sabía leer y escribir. Así que cuando pasaron unos días, le escribió una esquela a "mossèn" Joan Pons Esquella, hombre bienestante, que Zampacocas le entregó a uno de sus criados. La esquela decía: Señor Esquella, me hace usted el favor de darme unos dineros, que si no tendrá noticias mías. Firmado: Zampacocas. Pero como la langosta también se le había comido la cosecha a mossèn Esquella, cuando leyó el escrito solamente dijo: Le dices a Zampacocas que se vaya a la mierda. Dos días más tarde, el criado le salió al encuentro al "bandejat", tal cual lo tenían acordado y le dijo: Señor Zampacocas, que dice el amo que se vaya usted a la mierda.

Otro día, estaba Zampacocas apostado en un recodo del camino, cerca de un lugar que le dicen es Coll Roig y vio de llegarse hacia él a tres frailes franciscanos, que andaban de peregrinaje camino de Monte Toro. A la par que aprovechaban el viaje para pasar a los cortijos que les venían de mano y solicitaban ser socorridos por la buena voluntad de los payeses. ¡Alto ahí!, gritó poniendo empeño en mostrarse aterrados el buen bandido que siempre fue Inocente Pons el Zampacocas. ¡Hijo mío, por San Francisco Bendito!, dijo un fraile. Quite, quite, deje usted de letanías, dijo Zampacocas, y aforen vuestras mercedes más deprisa que corriendo diez monedas. Mientras decía toda esa bravucada, le arrimaba a la barriga del fraile que habló el buche del arcabuz, que tenía una boca así de grande, mientras con la otra mano le enseñaba el cuchillo que tenía su padre para matar el cerdo de las "porquetjades". Entre los tres frailes apenas si juntaron 6 ó 7 monedas, medio queso y una hogaza de pan, que el Zampacocas se fue colocando entre su negra faja. ¡Sí!, le dijo al fraile hablador, la uso como "rebost"...ale, y ¡"que Déu los dón la glòria!".

El desertado o "bandejat" Inocente Pons el Zampacocas, nunca que se sepa cometió delito de sangre, aunque se encontró alguna vez con los sangrientos desmanes que cometían más de 30 "bandejats" que asolaban los caminos de Menorca. Como aquel día que se dio de bruces con dos asesinados: Pere Ventayol y su mujer Margalida Sabatera, cerca del pozo de un lugar que le dicen Alpare. Inocente Pons Zampacocas intentó ayudarlos, pero como ni sabía cómo se disparaba el trabuco, que sólo usaba para asustar, los "bandejats" le vieron tan torpe y tan lejos de ser un igual que lo dejaron tal cual Dios le trajo al mundo, amarrado al brocal del pozo, donde de estas trazas lo prendieron los hombres del gobernador. Y menos mal que no pagó por lo que no había hecho, pero aún así pasó tres años en la cárcel, y al salir murió una semana más tarde, que se fue a pescar "oblades" y no regresó, por más que nadie perdiera unas horas en buscarlo. Lo más seguro sería que el mar se lo tragase, y junto con él su historia, la historia de este buen "bandejat" que nadie ha contado nunca.