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Leía, ayer, en la página 25 del "Menorca", como, por únicamente seis votos de diferencia, se aprobaba de forma definitiva la Ley del Aborto. Fue un duro golpe. Para quien esto suscribe y para muchísimos españoles que ven en el eufemismo del título de la ley ("Ley Orgánica de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo") lo que simplemente es: un genocidio.

Y a ese dolor –el de tantos a los que exijo tener, también, aquí y en el futuro- memoria histórica- se unió el que produce el sarcasmo. Página 26 del mismo ejemplar: "Zapatero se ofrece a acoger el próximo congreso contra la pena capital. Moratoria mundial de España contra la pena de muerte". Vomitivo.

Cabe preguntarse, ahora, cómo conciliarán tantos socialistas cristianos ambas convicciones. ¿Optarán por dar al César lo que es del César o, por el contrario, a Dios –y al sentido común- lo que es de Dios? ¿O, tirando por la calle de en medio, se quedarán con la totalidad de la moneda?

Porque eso ha sido, precisamente, lo que ha hecho la izquierda: tirar por la calle de en medio, escoger la asepsia, ahora criminal, de un quirófano, en vez de luchar por la consecución de un mundo mejor en el que nadie se viera empujado a abortar. Pero lo primero –conjunto de ineficaces- es más fácil.

Reproduzco de memoria las palabras de Delibes al respecto, en "Pegar la hebra" –ahora sí, estimado Juan Carlos y gracias por tu corrección-. Aquellas que definía a la izquierda como la fuerza que defendía al niño frente al adulto, al negro frente al blanco, al obrero frente al patrón, al débil frente al fuerte... La misma izquierda que, en el tema del aborto, falló, olvidándose de esa esencia ideológica y sentimental…

Y son esa cobardía, ese olvido, esa renuncia las únicas barreras del todo insalvables a nivel personal. Las únicas que me impiden, en conciencia, apuntarme al carro. Lo han sido, lo son y lo serán... Porque, simplemente, no quiero ser cómplice, ni de lejos, ni por activa, ni por pasiva, de lo que se aprobó el miércoles…

¿Dónde está, pues, la izquierda? Me temo que lo que tenemos es un mero sucedáneo. A esa izquierda virtual, pues, me dirijo, para decirle que se ha quedado sin raíces, sin coherencia y, por tanto, sin credibilidad. Por eso quizás sea tan proclive a la antítesis o a al doliente sarcasmo…