TW
0

Mientras escribo esto escucho el Barcelona-Málaga por la radio a través del ordenador. Hace diez minutos me acaban de pasar una página desde Ciutadella gracias a una carpeta compartida por internet. Es posible que usted lea esto a través de la web del diario. Esta semana me avisaron de los días festivos de los "peques" mediante un mensaje al móvil (uno por cada hijo, por cierto). Hoy en día hay que ser muy anacoreta para vivir ajeno a las nuevas tecnologías. Quien más quien menos tira en algún momento de ondas. No obstante, como bien decía en una reciente entrevista el religioso Xavier Grande, el abuso es pernicioso, incluso susceptible de esconder carencias importantes. Y esto no es algo exclusivo de los adolescentes, a los que se acostumbra a estigmatizar como poseedores exclusivos de vicios comunes a todas las edades (no hace mucho me impactó ver a una mujer alejada ya de la adolescencia hablando por el móvil a las 7.30 horas de la mañana, mientras paseaba el perro). Las nuevas tecnologías están en pleno boom, pero es obligado que su uso se acabe moderando. Grande lo decía con claridad: dormir con el móvil encendido y pegado a la oreja es un exceso, del mismo modo que gastarse sin negocio de por medio un importe mensual de tres cifras en llamadas es nocivo, y estar todo el día agarrado al ratón sólo por ocio es, simplemente, una enorme pérdida de tiempo.