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La nieve se ha fundido y todo el mundo espera con ansia los primeros brotes verdes de la nueva estación.

- Te veo preciosa, atractiva, radiante...es como mirarte por primera vez.

- Es la primavera, que nos altera la sangre y nos aligera de ropa. Por eso me encanta este "cambio climático".

- Me gustas cuando hablas, porque ya no estás tan ausente...

- No seas cursi, querido.

Pero la primavera nos afecta de manera muy positiva. La luz, los colores, los cuerpos, las flores... por suerte, no soy alérgico al polen. El tiempo, meteorológicamente hablando, se vuelve amable con nosotros. Después de todo, no se puede ser invierno eternamente. La naturaleza revive de su letargo y nos apetece pasear por la acera, hasta Sant Lluís. Pasaremos frente a la cárcel, donde algunos corruptos nos envidiaran en silencio. Puede que se arrepientan de haberle robado al pueblo durante años. Alguno podría dar un curso para sus compañeros reclusos, simples chorizos aficionados. Y de paso, intentar que se afilien a su nuevo partido, fundado en la trena: "Justicia, Unión, Libertad e Independencia" (el JULI).

He vuelto a abrir el magnífico libro de Miguel Cao Barredo sobre "Las flores de Menorca", editado por el GOB. Viendo sus fotografías de cada flor, con su descripción, su historia, hábitat, floración y localización más frecuente, me invade el deseo de ir a pasear por el campo, disfrutando una vez más de su belleza. Esa belleza que siempre es fugaz y pasajera, como hija de las estaciones. Pero que precisamente por eso, alegra nuestros sentidos y revitaliza nuestro frágil corazón.

En las fisuras de las rocas, paredes y muros, podemos encontrar la bellísima flor de la alcaparra "capparis spinosa", cuyos capullos encurtidos en vinagre (tàperes, en menorquín) dan el toque deliciosamente agrio a las ensaladas. La verdad es que, a pesar de mis esfuerzos, sigo siendo un analfabeto primaveral.

- Si pudieses pedir un deseo, ¿por cual te decidirías?

- Me conformaría con seguir enamorado.

Paseo por Es Freginal mientras los niños juegan acompañados, las jóvenes parejas se prometen amor eterno (el amor siempre lo es), y unas mujeres conversan sobre quien sabe qué, sentadas en un banco del parque. Entonces, por un rato, me siento en paz con el mundo y acuden a mi mente las profundas palabras del poeta Hölderlin, cuando decía que el hombre, es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona.