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La dinámica de enfrentamiento entre los dos grandes partidos y la escasa cultura de pacto en asuntos de estado amenazan el éxito del Pacto Educativo que ha presentado Ángel Gabilondo, pero ese eventual desacuerdo no resta convicción a la necesidad del mismo. El ministro es consciente de las dificultades de integrar en un mismo documento los criterios, en ocasiones poco coincidentes, de ambos partidos y del resto, apela a la capacidad de consenso logrado y muestra disposición a seguir negociando algunas cuestiones, todo un ejemplo de buen ánimo, coherente con la importancia de la materia, que no puede estar sometida a cambios en función de la alternancia de gobierno como hasta ahora ha sucedido.

Las 148 medidas que contiene el borrador abordan la cuestión lingüística, la libertad de elección de centro, aspectos de fondo ideológico, previsión presupuestaria y regulaciones de orden laboral y de autoridad del profesorado. Es materia suficiente para acercar posturas sin olvidar la finalidad que se persigue, un aumento de la calidad de la enseñanza. Y este objetivo no entiende de banderas políticas sino de medios y mejora de los conocimientos, voluntad, motivación y el gran compromiso social que, en definitiva, busca este pacto.