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Esta jornada llamada de oración por las vocaciones compromete a toda la comunidad cristiana y ningún cristiano puede apelar a razones de edad o de estado social para despreocuparse de este importante asunto. Hay dos elementos –la oración y las vocaciones– que nos sitúan a todos ante el espejo de nuestra responsabilidad eclesial. Sacerdotes, padres y abuelos, adolescentes y jóvenes, solteros y ancianos, miembros de vida consagrada, la misma comunidad cristiana… todos unidos para que nuestra palabra y nuestro testimonio suscite vocaciones en la Iglesia.

La oración es el primer elemento a tener en cuenta. Desde aquella petición de los discípulos, Señor, enséñanos a orar, hasta hoy han variado mucho las circunstancias ambientales y las características comunitarias. Pero ha permanecido inalterable la oración y el ansia de orar que manifiesta todo cristiano. Y esto lo puede y lo tiene que hacer cualquiera de nosotros.

En el ámbito íntimo, donde solamente el Señor puede entrar, conversamos con Él, alabándole y dándole gracias, y le pedimos que haya respuestas positivas a esa gran llamada que nos hace. Para que nuestros jóvenes se planteen su dedicación vital como sacerdotes o miembros de la vida consagrada; para que las personas adultas desarrollen con fidelidad su propia vocación; para que las personas ancianas continúen poniendo sus vidas en manos de Dios con una respuesta agradecida.

En el ámbito comunitario participando en todos los momentos previstos en los que la parroquia eleva al Señor súplicas por este importante objetivo eclesial. Todos somos convocados y todos podemos decir una palabra, una oración.

El segundo elemento, las vocaciones, con la polaridad llamada-respuesta, lo queremos situar sólo en el ministerio sacerdotal y en la vida consagrada. Envía operarios a tu mies. Que surjan jóvenes con respuesta afirmativa para esta urgente y significativa llamada. Es cierto que la vocación tiene una resonancia amplísima con toda su gama de respuestas a la petición-llamada del Señor. Pero hoy, con más intensidad que en otros momentos, es un día propicio para unir nuestros deseos, nuestras actividades y nuestros proyectos con el fin de que surjan en las comunidades cristianas nuevos operarios para la mies del Señor.

Todos los años un lema nos recuerda el sentir de esta jornada. El de este año cuyo título encabeza esta reflexión, nos centra en las características específicas del sacerdocio. Nos obliga a todos los que ejercemos este ministerio a que nuestro testimonio de vida anuncie y suscite en los jóvenes del entorno la respuesta adecuada al Señor.

La declaración por el Santo Padre de Año Sacerdotal para conmemorar el 150 aniversario de la muerte del Cura de Ars refuerza la pretensión de esta jornada y propone como modelo de oración y de entrega a este santo sacerdote. Siguiendo esta orientación universal de la Iglesia, nuestra diócesis propuso como objetivo, al principio de curso, el valorar y comprender la vida y el ministerio de los sacerdotes. Me consta que en todas partes se tiene en cuenta y os lo agradezco sinceramente.

Concluyo con una frase extraída del mensaje del Papa para esta ocasión: "Por tanto, para promover las vocaciones específicas al ministerio sacerdotal y a la vida religiosa, para hacer más vigoroso e incisivo el anuncio vocacional, es indispensable el ejemplo de todos los que ya han dicho su 'sí' a Dios y al proyecto de vida que Él tiene sobre cada uno".

Recibid mi bendición