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La energía procedente de fuentes limpias supuso el año pasado "sólo" el dos por ciento de la producción eléctrica consumida en Menorca. Se trata de un porcentaje simbólico, representativo de una apuesta decidida y unánime que, sin embargo, no se acerca ni de lejos al objetivo previsto por la Unión Europea para dentro de diez años, que se sitúa en el 40 por ciento. Desde esa perspectiva, los logros son muy modestos, claramente insuficientes, y exigen más actuaciones tanto de la Administración pública como de la inversión privada ante el cambio del concepto energético operado en el mercado internacional.

Desde otra óptica, hay razones para elogiar los indudables avances registrados. Hace una década, la participación de las energías renovables era nula, se construyó el parque eólico de Milà, que sigue siendo pionero y único en las Islas, pero que adolece de problemas que merman gravemente su eficiencia. Más recientes son las plantas solares de Son Salomó y Binissafúller, aunque su aportación apenas supera el uno por ciento de la energía que Menorca necesita. Como resultado general, ha de destacarse que este pequeñísimo porcentaje de producción eléctrica limpia evitó la emisión de más de cinco mil toneladas de CO2.