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No es tarea sencilla dibujar bien, y dispuesto a ponerle a esa disciplina más dificultades, sólo tenemos que optar por el retrato.

Un rostro humano es siempre a la hora de trasladarlo al papel, lienzo o madera, un desafío. Captar los rasgos no basta porque se nos queda el alma por el camino. Un dibujante debe saber o mejor dicho, debe creer en aquella afirmación que asegura que la cara es el espejo del alma. Acuérdense del rostro de Mona Lisa de Leonardo. No seré yo quien diga si captó o dejó de captar el alma del personaje, lo que sí parece evidente es que captó el enigma de un alma misteriosa. Tanto es así, que esta es la hora que aún discutimos su sonrisa o su mirada. Algunos de los que siempre andan añadiendo leña al fuego, aun añaden que Mona Lisa no es una mujer, sino un hombre. ¡Ignorantes!, que somos unos ignorantes. No nos hemos dado cuenta que Leonardo le prestó a su Mona Lisa esa sonrisa y esa mirada, la mirada para vernos y la sonrisa para reírse de nosotros, enclaustrada en el Musée del Louvre (París), riéndose del mundo que la visita.

Un retrato es siempre un compromiso. Fíjense que estamos agavillados en este mundo mal avenido, algo así como 6.000 millones de seres humanos y todos tenemos en la cara básicamente lo mismo. Sin embargo, no existen dos caras iguales. Para empezar, el dibujante que hace un retrato debe saber que el rostro humano posee una simetría axial, todo lo contrario, por ejemplo, que el cuerpo de una mariposa. El eje es el cuerpo y las alas son de una simetría bilateral absoluta.

La gran ventaja que tiene el retrato es, precisamente, que en un conjunto, en un todo reducido, se da gran variedad de formas, lo que impide la monotonía visual. Cualquier persona habituada a ver exposiciones de pintura y que además frecuente las pinacotecas, sabe que no se reciben estímulos ópticos de un plano uniforme.

El dibujo es una disciplina para la que algunas personas están especialmente dotadas, mientras que otras jamás lograrán dibujar ni medio bien, entre otras razones por la dificultad que encuentran en poner de acuerdo lo que sus ojos captan con lo que luego su mano traza sobre un soporte plano.

El buen dibujante es aquel que a su innata condición le concede le constancia de la práctica hasta dominar la técnica.

Es verdad que hay buenos dibujantes que luego son malos pintores, pero aun abundan menos los buenos pintores que sean malos dibujantes. El dibujo y la pintura, más que una dualidad de dos caracteres opuestos, son la dualidad de dos caracteres que se complementan. Y así, en algunas obras alcanzan un maridaje sublime.

El dibujo del retrato me pareció siempre para los que no sabemos dibujar, aún así, un relajante ejercicio que a este narrador, en sus quiebras de la vida, le ha socorrido satisfactoriamente tantas veces. Los dos dibujos que ilustran este articulillo, los intenté hilvanar en ese cuaderno, que va a donde la vida me lleva, para tomar notas o intentar algún dibujo, siempre a bolígrafo, de tal manera que en el dibujo no tenemos la posibilidad de corregir el trazo. Los días de esos dos dibujos eran aquellos del mayo de 2008, que por esos atropellos que la vida da a la compleja pero sensible maquinaria del cuerpo humano, me pasé muchos días en un hospital.

Tengo un par de amigos que dibujan con esa maestría de los que alcanzan en este oficio el difícil título de maestros. Uno de ellos le ilustró algunos trabajos sobre la fauna a Rodríguez de la Fuente. El otro es Carlos Mascaró. Y por cierto qué difícil resulta intentar en pintura o en dibujo hacer una crítica que defina la obra del autor del que estemos hablando. Según un tal C. Penalva, en un artículo publicado en "Gal Art", con motivo de la exposición "La llum de la memoria", afirmaba que quien mejor ha definido la obra de Mascaró hasta la fecha ha sido el escritor Antonio Gala: "un cuadro cualquiera de Mascaró ante cualquier sensibilidad, emana serenidad y descanso. Produce ganas de sentarte ante él como ante una ventana y contemplarlo. Con la misma minuciosidad con que fue pintado". Eso, para el señor Penalva, es lo que mejor define la obra de Carlos Mascaró. Otros llevamos años intentando definirla, pero se conoce que, afligidos por nuestras ignorancias, ésta es la hora que seguimos dando tumbos sin que se nos alcance decir cómo es la obra del insigne maestro de Ferrerías, como pintor y como dibujante. Y menos aún definir todo eso en un par de renglones.