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Que el proyecto del dique de Ciutadella y la adjudicación de las obras se realizaron con precipitación no admite dudas. Acelerar entonces el proceso aprovechando el clima de consenso político podía ser una opción válida, sin embargo ahora se pagan las consecuencias. El dique se modifica y no sólo para acoger cruceros y se dispara su coste de una forma alarmante. Seguramente a los ciudadanos no les importa tanto lo que costará la obra como que se cumplan los plazos y entre en funcionamiento lo antes posible. Pero la administración pública debe ser escrupulosa. Se mantienen las dudas sobre la escollera prevista en el presupuesto inicial y adjudicada, para después ser eliminada. ¿Se revisó el presupuesto adjudicado a Ferrovial antes de aceptar un incremento del coste de la obra de un 19 por cien, casi el máximo legal permitido? Por otra parte, hay que valorar positivamente los cambios que han de permitir el amarre de barcos de 250 metros de eslora, 90 más que en proyecto inicial, a pesar de que los buques deberán acceder al dique marcha atrás. Hay que esperar que no se demore la estación marítima, ya que hoy se prevé que entrará en servicio 18 meses después de inaugurar el dique.