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El presidente del Gobierno anunció ayer un paquete de medidas drásticas con el fin de aplicar un recorte adicional del déficit, cinco mil millones este año y 10.000 el próximo. Con su intervención ayer en el Congreso, Zapatero ha rectificado su negación de la crisis -mantenida hasta límites de vergüenza- y ha reconocido el fracaso de las estrategias emprendidas para hacerle frente, ha reaccionado por obligación de Europa y presión de Obama y se queda corto en los ajustes. Tarde y a empellones, pero ha llegado la iniciativa después de las alarmas emitidas desde instancias locales e internacionales.

Las nóminas de la Administración -funcionarios y pensionistas-, la inversión pública, la sanidad, el gasto de comunidades y ayuntamientos, el cheque bebé, la dependencia -se elimina la retroactividad en su aplicación- y la ayuda al desarrollo son los ámbitos que sufren el tijeretazo del gobierno, cuya estructura, sin embargo, permanece sin cambios. Ni se suprimen ministerios ni se racionaliza la relación y necesidad de altos cargos ni se someten a criterios objetivos las bolsas de subvenciones. Aun así, el plan de ajuste marca un camino que, por coherencia, ha de seguir el resto de administraciones.