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Llevo tiempo observando la pertinaz insistencia, últimamente incrementada, en la floritura del lenguaje, más que ornamental, cursi y confundidor con que se anuncian las cartas gastronómicas de algunos restaurantes. Hay un ejercicio desmesurado de imaginación, que las más de las veces distorsiona la verdad pura y sencilla sobre lo que realmente debería decirse, de tal suerte que no son pocas las veces en que los clientes tienen que preguntar ¿y eso qué cosa es? Peor es aún cuando se va en compañía y quien ordena la minuta no quiere caer en el pecado de mostrar ignorancia y por vanidad acabará por pedir lo que ignora. Luego viene la desilusión al comprobar que "aquello" no era lo que se esperaba y encima no le gusta.

Por qué no poner entrante de lomo en vez de poner "sensaciones de lomo de bellota". En primer lugar, el lomo no es otra cosa que aquella carne que corresponde a esas dos piezas que están a cada lado de la espina dorsal. "Un lomo de bellota" en puridad no existe. Si acaso nos podríamos referir a un lomo mayormente de un cerdo, presumiblemente ibérico que más o menos en montanera entrase en su alimentación, entre otras cosas, la bellota, lo que sucede con normalidad en los encinares extremeños. Fíjense en este otro plato: "volcán de calabacín relleno de manitas de cordero en cumbre nevada". ¡Qué cursilada! ¡Pero qué cursilada, oiga! O este otro: "carpaccio de melón con delicias de jamón".

¿Cómo que carpaccio de melón? Qué empeño en no decir las cosas por su nombre; eso, de toda la vida, ha sido jamón con melón, porque eso es lo que realmente es. Luego, que el jamón sea o no delicioso, viene a ser como el valor del soldado de antes cuando en la cartilla militar decía: "valor, se le supone".

Por ese camino de transgiversar los nombres, habrá algún no iniciado, yo diría la mayoría, que acaban por preguntar ¡oiga buen hombre!, ¿y lo de carpaccio de melón qué es lo que es? Déjenme que se lo diga, no es otra cosa que melón de toda la vida. El carpaccio es un vocablo, en puridad un intrusismo idiomático de una gastronomía foránea, naturista o sin cocinar. Fíjense en este otro nombrecito: "crujiente de pato salvaje sobre cítricos de la huerta". ¡Pero bueno! ¿Tan difícil resulta decir pato a la naranja? Y ahora mismo les dejo un postre, pero fíjense qué postre: "Dúo de filloas con relleno de chocolate negro con leche sobre culi de crema al chinchón". Me apostaba yo elefantes contra pajaritos eligiendo a cien personas aleatoriamente de las que ahora mismo pasan por la calle, a ver cuántas sabrían explicarnos qué es lo que contiene esa receta. Pero miren... miren qué otra cosita: "lomo de rodaballo salvaje con crema de choriceros y picada de frutas del bosque". ¿Ustedes saben de qué va esta cosa? Pues no es más ni menos que un rodaballo con una salsa de pimiento rojo y una cucharada de puré de manzana a un lado del rodaballo y al otro lado otra cucharada de puré de ciruela. Y ¿qué me dicen de una "sopa de ajo tamizada con huevo a baja temperatura y polvo de jamón"? Ahora misma tengo prisa en decirles que llevo la tira de años comiendo jamón, pero estas son las horas que no tengo ni idea a qué llaman algunos polvo de jamón. El plato que les voy a nombrar ahora es como para revolcarse por el suelo: "Cofre exótico del capitán y langostinos en salsa suprema". Claro, ustedes se preguntarán, y con razón, qué debe ser eso del cofre exótico del capitán. Pues miren ustedes, una tontería. ¿A que la cosa tiene su aquél? Pero aguarden... aguarden y miren qué plato: "Tapón de paté casero con reducción de PX". ¿No saben ustedes lo que es? No se preocupen, son ustedes completamente normales. El problema es del individuo al que se le ocurrió el nombrecito.

Todos estos platos que acaban ustedes de leer se sirvieron en la XXIV Semana Gastronómica de Alcalá de Henares este mismo año 2010. pero no piensen que ahí se acaba la cosa. En los cafés también se puede cursilear a tutiplén, porque qué les parece: "un café con matices perfumados acompañado de almendras garrapiñadas". Bueno... y en cuanto a los vinos, eso sí que es un asunto que no sabe uno si poner criada o ponerse a servir. La cosa está tan trabajada que los hay que ni se molestan, simplemente y sin ningún pudor copian textualmente, de manera que acaban por poner en la etiqueta de un vinucho cabezón de tasca de camino lo que corresponde a un vino honrado y de calidad. A mí me entristece ver esas botellas, que cuesta más la botella que el caldo que contiene, diciendo cosas como: "envejecido en barrica de roble; agradable bouquet; color teja brillante con destellos rojizos; suave y prolongado retrogusto en boca con herencias de maderas nobles y frutas negras del bosque". ¡No fotis! ¡Mare de Déu! Uno, que en estos menesteres tiene muy bien entrenada nariz y boca, nada más ver estos vinorrios y acercarse la copa a la nariz por ver si "eso", como dice su etiqueta, tiene el más ligero síntoma de bouquet o a lo sumo algo de aroma, y enseguida nos damos cuenta de que está inédito en ambas cuestiones. Convendría que estos pésimos bodegueros que escriben semejantes cosas en la etiqueta de sus vinos, supieran por lo menos que el bouquet es propio de los vinos que han envejecido. Los vinos jóvenes no tiene bouquet, y los de crianza no tienen aroma.

Podríamos llenar unas cuantas cuartillas sobre estos asuntos en torno a la gastronomía. Por hoy baste con dos sugerencias: la gastronomía antes que nada reclama honradez y claridad, no camuflar las cosas ni con ridículas indicaciones que no orientan pero confunden, y menos cuando se usurpan calidades en las etiquetas que luego esos vinos no tienen.