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Parece ser que por fin se dio con ella. La colocación de la primera piedra, como todas las primera piedras, es indicio de la puesta en marcha de un proyecto, ahora hay que desarrollarlo, que no se interrumpa por esas trabas burocráticas tan abundantes como conocidas. Ferreries empieza a hacer realidad sus sueños, sueños perseguidos y deseados desde hace mucho.

El desvío y la gigantesca carretera que nos va a llevar a todos de ida y vuelta, de un extremo a otro de la Isla, habrá sido parida con dolor tras múltiples embarazos frustrados y rodeada de padrinos con voz, voto e intenciones de lo más dispares. Muchos se alegrarán, pero sólo a largo plazo habrá que valorar si esa alegría sigue viva y si los sacrificios habrán merecido la pena porque, en los márgenes de esa carretera, en sus cunetas, quedarán muchos interrogantes y canciones a medio componer, habrá que ver si el pueblo, sus habitantes y sus comercios serán igualmente recordados, visitados, con la misma asiduidad que hasta ahora o, si por el contrario, como ocurrió con Alaior, se quedará algo al margen de la realidad ¡Clotellada a las previsiones inciertas!