A Paco se le antojó especialmente dolorosa la operación de cirugía estética facial a la que había sido sometido. No fue un capricho. Fue mera necesidad surgida de su accidente laboral. Y si la intervención se mudó en auténtico calvario, del postoperatorio mejor no hablar. A todo ello había que añadir la ansiedad que le produjo el hecho de que el cirujano fuera su cuñado, un auténtico cabroncete con el que nunca se había llevado bien… Pero todo eso pertenecía ya al pasado. Así que Paco, recién separado, recuperado felizmente y con una cara nueva, se había empecinado en ser feliz. Con tal fin, y una vez obtenida el alta, había programado un corto viaje de placer a Madrid. Sólo le quedaba una pequeña espinilla clavada: la prohibición de mirarse al espejo y contemplar su nuevo rostro. En eso, su cuñado, cirujano, había sido tajante: "No debes verte hasta que haya transcurrido un mes. Razones de salud mental" –le había espetado-. Paco le había dado su palabra y él era y sería, siempre, un hombre de honor…
¡Uf!
El rostro
27/07/10 0:00
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