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Estaban sentados en la pastelería de "Belém", saboreando, en silencio, sus famosos "pasteis". La luz de una Lisboa siempre espléndida había logrado sortear, inexplicablemente, todos los obstáculos, todas y cada una de las enormes salas de azulejos del local y llegar, finalmente, hasta su mesa. El viaje-regalo de sus hijos se antojaba, ahora, locura. Regresar a la ciudad –a la que ambos tanto amaban- había sido algo anormal, teniendo en cuenta el proceso de divorcio en el que se hallaban inmersos. No obstante, las habitaciones individuales solicitadas y el pacto de ir cada uno a su aire habían vencido todas las reticencias… Aquella tarde habían visitado –por segunda vez- el espectacular "Monasterio de los Jerónimos" por separado y únicamente la casualidad los había reunido en torno a aquella emblemática cafetería. Él llevaba encima los papeles del divorcio, un borrador, un esbozo manifiestamente mejorable que deseaba estudiar con calma… Su presencia le incomodaba. Ella, algunos periódicos españoles. El mutismo del encuentro se quebró únicamente para hablar de algunos términos relativos a su ruptura. João, el camarero portugués que les atendió, pudo deducir lo que les ocurría. ¡Ventajas de las lenguas hermanas! "¿Decidido?" –inquirió él-. "¡Decidido!" –respondió ella-. Ambos salieron de "Belém" fingiendo ser un matrimonio bien avenido…

- ¿Le has robado el móvil? –le preguntó el dueño de la pastelería a João.

- No… ¡Guárdelo usted! ¡Volverá a por él!

Ya en el hotel él se dio cuenta de la pérdida. Era importante. No por el móvil en sí, sino por la información que contenía. Se sentía huérfano, desnudo sin él… Salió a la calle y reconstruyó el itinerario recorrido, intentando dar con el lugar exacto en el que había extraviado el teléfono… Finalmente recaló en "Belém"…

Al verlo, João se le acercó y le devolvió el móvil. ¡Uf! –exhaló él con alivio-.

- Cuando se pierde algo que se quiso, uno sale en su búsqueda –le espetó el camarero-.
Él asintió.

- Con el amor suele ocurrir algo parecido –continuó João-. ¿No le parece? Lo tuvimos. Lo extraviamos. Lo fácil es quedarse en el hotel. Pero si hubo realmente amor, tal vez lo único que tengamos que hacer es ir en busca del lugar y el momento exactos en que lo perdimos, para reencontrarnos con él…

Él se lo quedó mirando. Le sonrió con una sonrisa inteligente, comprensiva, agradecida… Sacó de su bolsillo algo y se lo obsequió al camarero. Eran unos papeles, un borrador, un esbozo manifiestamente mejorable…