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El boca a boca puede salvar muchas vidas, reactivar la economía, difundir información de manera rápida y mejorar sensiblemente nuestro maltrecho estado de ánimo.

Me encuentro con un amigo y me cuenta que estuvo cenando en el restaurante tal. Su informe no puede ser más negativo: el servicio dejaba mucho que desear, el pescado no era fresco y el precio le pareció caro. Me lo dice como advirtiendo: no vayas a caer ahí por un descuido. A mi me timaron. No digas que no te han avisado.

Pienso en otro restaurante que, por el efecto del boca a boca, ha pasado de estar siempre vacío a conseguir una amplia clientela. Los humanos necesitamos contar lo que nos pasa tanto si es bueno como si es malo. Compartir experiencias con la gente, nos libera de la tensión de quedarse las cosas dentro. Los demás, aquellos que nos inspiran confianza, son nuestra mejor referencia a la hora de elegir lo que queremos o lo que rechazamos.

O sea, que por mucha publicidad y mucho marketing sofisticado, el éxito o el fracaso de un negocio, una promoción turística, una obra teatral o un acontecimiento cultural, está sujeto a las leyes del chismorreo público. Lo que la gente va largando por ahí al prójimo que tiene más a mano: eso es lo que cuenta. No conviene menospreciar su poder.

Es cierto que a veces, mediante un sistema piramidal (uno se lo dice a diez y cada uno de esos diez, a otros diez, y así sucesivamente) se pueden difundir bulos, calumnias o condenar a un inocente. Hay que tener cuidado, ahora que con el móvil, el correo electrónico o las redes sociales, cualquier cosa se expande a velocidades de vértigo y escapa pronto de nuestro control. Hasta Roberto Carlos puede tener, por fin, un millón de amigos en el "Facebook".

Pero visto en positivo, el contacto directo entre personas siempre será insustituible. Es la forma de comunicación más primitiva. Y si somos conscientes de las potencialidades que tiene, debemos utilizarlo a nuestro favor. Establezcamos relaciones sociales donde podamos pasarnos la información valiosa unos a otros.

Ofrezcamos calidad y trabajo bien hecho. La promoción no funciona dando solamente información. Lo que funciona, es tener historias que contar. Y la gente las cuenta.

El que queda satisfecho, es el que hace la mejor propaganda: gratuita y sincera. Nos conviene estimular el boca a boca, ofreciendo lo mejor de nosotros mismos, sobre todo en estos tiempos económicos, tan necesitados de primeros auxilios.

Entre todos, vamos a mejorar las cosas. ¡Pásalo!