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Lo decimos seguramente con poca información que en España las leyes son laxas, decimos que por eso por aquí aterrizan las bandas de narcotraficantes de sudamericanos o de los países del Este, decimos que aquí se roba impunemente, y que aquí un delincuente entra a un juzgado por una puerta y media hora después sale por otra. Como a continuación veremos, hacemos esas afirmaciones sin ningún rigor.

Los datos de la población penal en España desmienten la evidente ligereza con la que hacemos algunas afirmaciones, fíjense que España es el país de Europa con más presos por cada 100.000 habitantes. Dice Ramón J. Moles en su documentado artículo publicado el 17 de julio en el diario "El País" que "desde el año 2000 el número de reclusos en España ha aumentado un 65%".

El año pasado había en las cárceles españolas 76.000 presos más o menos el doble que los que teníamos 10 años atrás, es tan bien verdad qué más de un 20% de esos presos están en prisión preventiva.

Seguramente ustedes no saben que el costo económico de un recluso le supone a las arcas públicas una media de 55 euros por día, multipliquen 55 euros por 76.000 y verán lo que nos cuesta diariamente nuestra población reclusa.

Hace muy poco tiempo que en las cárceles españolas hay reclusos por delitos de tráfico rodado; aquí no iba nadie a la cárcel por un problema de tráfico ni siquiera cuando las estadísticas de la mortalidad en nuestras carreteras era una carnicería común a los fines de semana, carnicería aumentada dramáticamente en la Semana Santa, las vacaciones de verano y las fiestas navideñas o cualquier otra oportunidad que propiciara un tráfico masificado. Por fin los legisladores han comprendido que algunos conductores son un peligro contra la vida ajena y que esta conducta no puede ser contemplada cuando ocasionan un atropello mortal como una desgracia involuntaria sino como una conducta punible.

Es muy llamativo que la siniestralidad vial se haya afortunadamente reducido quizá como ya dije en otra ocasión porque la estupidez humana puede, por no perder unos puntos del carnet de conducir, ser todo lo cuidadosa y prudente que no es para salvar su propia vida. En definitiva, los hechos demuestran que valoramos más los puntos del carnet que nuestra propia vida ¡manda huevos!, que dijo aquél.

Otro punto que no se me puede pasar por alto es la violencia de género , un nombre que a mí no me gusta nada género… ¿Qué género? Violencia pura y dura contra la mujer eso es lo que es y no ese eufemismo al uso tan ridículo. Pues, fíjense, cuanta más gente va a parar a la cárcel por ese asunto, más mujeres pagan con su vida por la barbarie desatada de individuos que un día les dijeron que las querían, para unos días después hacerles la vida imposible y finalmente matarlas.

Los presos por la mala conducción vial, los presos por matar a sus mujeres que van a la cárcel no paran ni corrigen estas conductas, lo que demuestra que la cárcel no es la panacea que frena a delincuentes ni a degenerados que desde sus arrebatos se llevan por delante vidas ajenas.

Leyendo una abundante literatura sobre el sistema penal de cualquier parte del mundo, he llegado lamentablemente a la conclusión de que la cárcel no es un sistema de defensa social definitivo, ni por eso ni siquiera eficaz. Napoleón decía: "Hemos hecho tantas leyes que nadie está seguro de no acabar en la cárcel" y aún podemos ir más lejos: en algunos países donde sigue instaurada la pena de muerte su índice de criminalidad no es por eso menor que donde esa barbaridad de la pena capital fue abolida. Convenimos, pues, en que ni siquiera la máxima pena le pone freno a la criminalidad que atemoriza la convivencia, parece que estemos malditos desde aquel día de Caín y Abel porque algunos seres humanos no dominan el Caín que llevan dentro y matan con una quijada de asno o con un Kalashnikov, por mucho que las cárceles se llenen de presos.