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Las frases tienen diferentes grados de cocción. A uno, le gustan hechas; a otro, poco hechas. Algunas, pueden llegar a quemarse a fuerza de repetirlas mecánicamente y al gastar su significado, pierden todo su jugo y ya no nos dicen nada. (Como el famoso: "Te quiero")

Las frases hechas, son muy cómodas de usar puesto que las encontramos ahí, inventadas por no sé quién, las tomamos prestadas y las utilizamos sin pensar demasiado. Parece fácil. Aunque también tiene sus peligros.

- He leído "Platero y yo" de Juan Ramón Jiménez…

- ¡Eso! El burro delante para que no se espante…

Hay quien te suelta una frase hecha, sin pensar, y luego pasa lo que pasa. No puedes decirle a un cojo: quien mal anda, mal acaba. Ni a un panadero: a falta de pan, buenas son tortas, porque a lo mejor te suelta una. Hay que saber aplicar cada frase, en el lugar y momento oportuno. De ahí la dificultad de ser un buen orador.

Es emocionante haber heredado frases públicas que están al alcance de cualquiera, de forma totalmente gratuita (sin copyright), ya que nos ayudan a ir por la vida sabiendo lo que tenemos que decir. "A quien madruga, Dios le ayuda" (contraindicada si uno va de marcha por el puerto). "Haz bien y no mires a quién" (todo un programa electoral). "A l'agost, figues i most" (refleja la sabiduría acumulada por los hombres del campo)…
Las frases poco hechas, en cambio, son bastante frecuentes y nos sirven para ir tirando.

- Bueno, ya sabes…no te digo más…la cosa está chunga…

Debemos aspirar a perfeccionarlas, pulirlas y darles su punto justo. Entonces, pueden llegar a ser una maravilla que nos ayude a entendernos. Requieren reflexión y algo de creatividad, pero nos hacen mejorar cada día que pasa, al tiempo que permiten una comunicación mínimamente interesante.

Conversar es un proceso siempre en marcha, en el que se generan multitud de mensajes valiosos y útiles. Los hay profundos, bellos, anodinos, provechosos, superficiales… En cualquier caso, como el cocinar, es un arte, que se puede perfeccionar indefinidamente.
Ya sé que hay quien dice que la mayoría de la gente no habla con propiedad, que poco a poco se degrada el lenguaje y que con el bajo nivel educativo de nuestro país, la cosa no tiene visos de solución. Además, en este mes de calor excesivo, se van agostando las ideas. Entonces, me pregunto: ¿Para qué esforzarnos? Pero luego, oigo una voz interior que me dice: mal de muchos, consuelo de tontos.