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Después del secuestro del atunero Alakrana, fue para España un duro golpe el tener que sufrir el secuestro en Mauritania de tres cooperantes de una ONG: Alicia Gámez, Albert Vilalta y Roque Pascual. Recuerdo que por aquellos días mandé un artículo al Diari Menorca que, por razones que no son a mi persona achacables, el artículo no se publicó. Si ahora lo traigo a colación es porque yo venía a decir por entonces, en aquel trabajo, que el secuestro sería largo, al contrario de cómo lo veían algunos comentaristas y tertulianos que hacían un paralelismo entre el secuestro del Alakrana y el de los tres cooperantes de la ONG catalana. El secuestro del barco atunero era la obra de piratas que sólo buscaban un dinero abundante y fácil. Por el contrario, el secuestro de los tres catalanes en la zona del Sahel africano era obra de Al Qaeda, que a una petición económica unirían una petición reivindicativa de sus aspiraciones políticas o una petición de liberación de algunos presos de su organización en cárceles magrebíes o de cualquier otro país que conforma el Sahel.

Una situación de una naturaleza enrevesada, de una extraordinaria complejidad por cuanto alguno de los presos de Al Qaeda ni siquiera estaban en cárceles españolas.
Me alegré y me alegré mucho de la liberación, primero de Alicia Gámez en el mes de marzo pasado, que recordando todo lo que dijo y como lo dijo a su llegada a España, me pareció que sufría el síndrome de Estocolmo. Como ahora me alegra la liberación por fin de Albert y de Roque. Dicho esto creo que es necesario el hacer alguna reflexión. Ignoro, como creo que le pasa a la mayoría, cuáles han sido los asuntos en los que la diplomacia o los servicios de inteligencia españoles habrán tenido que ceder. Cuáles han sido las compensaciones a Mauritania por avenirse a extraditar a Mali al cabecilla de una activa y peligrosísima banda de secuestradores. Gente de Al Qaeda o gente que trabaja para ellos.

En cuanto a la cantidad meramente crematística que se habría pagado por la libertad de Albert y Roque, si hacemos caso a los comentarios de la cadena COPE, podrían ser 10 millones de euros, cantidad que barajaba el comentarista que lleva el programa de la mañana, como posibilidad. De hecho, el marzo último, por liberar a Alicia Gámez parece que se pagaron cerca de 4 millones de euros. Esa es la cantidad que algunos periódicos publicaron.

Conviene recordar que en España la ley prohíbe pagar ningún secuestro. Otros países como Inglaterra y Francia, en las mismas circunstancias, han pasado por esa dura prueba y por negarse a pagar, algunos de sus compatriotas fueron cobardemente degollados. Por esa razón el gobierno español nunca reconocerá si pagó por lo del Alakrana ni si ha pagado por el secuestro de los tres componentes de la ONG catalana. Se sabe que los pagos se llevan a cabo por medio de intermediarios que, posiblemente, también a su vez cobren cuantiosas cantidades por el servicio prestado. Pero en puridad la fuente económica se mantiene en el más absoluto de los secretos.

Tampoco me parece baladí cuando los dos liberados, a su llegada a España, han dicho que les llegaban las noticias de las manifestaciones que se hacían en España, especialmente en Cataluña, pidiendo su libertad. Es evidente que si esas noticias les llegaban a ellos, también les llegarían a los secuestradores, lo que probablemente les animaría, si no a pedir más, sí a no ceder en sus peticiones, viendo que su acción, lejos de ser un tema que no motivaba interés, creaba colateralmente una presión añadida en su favor.

De todo este dramático episodio imagino que se sacará por parte del gobierno algunas conclusiones. Y una en mi opinión debería ser la prohibición absoluta a ONGs y a turistas a viajar por el Sahel mientras en la zona concurran las circunstancias actuales.

Parece, y esa es una sensación que tiene no poca gente, como si fuera una gesta especialmente atractiva, largarse a ejercer en ONGs por los países más exóticos sin llevar ninguna seguridad que les garantice su trabajo y sin avenirse a la razón de lo peligroso que eso puede ser. Digo peligroso también por los resultados que se generan pues no sólo se ha puesto de una manera, podríamos decir, no muy responsable, la vida en juego de tres personas. Entre los resultados que se han generado, uno de ellos podría ser haber alimentado económicamente la posibilidad de comprar armas de Al Qaeda con los millones de euros recibidos. Pero lo más grave es como se sentirá el gobierno británico o el francés cuando ellos han sufrido la decapitación de sus secuestrados al negarse a complacer las exigencias económicas de los secuestradores. Y aún más, presumiblemente se habría coadyuvado de manera lógicamente involuntaria, a potenciar o estimular la repetición de este tipo de secuestros al avenirnos a complacer en todo o en parte, las exigencias de los secuestradores.

Fíjense hasta dónde puede llegar a ser de carísima la imprudencia de viajar a ciertas zonas a pesar de las advertencias de no hacerlo, pues en lo que haya supuesto la compensación a Mauritania y los millones exigidos por libera a Alicia, Albert y Roque, solamente en el aspecto crematístico aún hay que añadir el dinero que ha supuesto el personal de inteligencia, servicios diplomáticos, etc. Aunque el monto más costoso es el moral.

Si se tiene el espíritu de socorrer a necesitados, cosa en la que estoy completamente de acuerdo, quizá bastaría, dado como están algunas zonas del mundo (me refiero al peligro), con mirar un poco en nuestro propio país y encontraríamos a los que rebuscan por la noche en los cubos de la basura o en los contenedores que hay junto a las fruterías o pescaderías. Claro que esto no es tan exótico ni tiene nada de aventura. Sólo hay caridad callada, caridad casi clandestina. No hay cámaras de TV, ni periodistas, ni fotos que enseñar luego en la oficina. Pero en compensación tampoco hay el peligro de financiar a una peligrosa Al Qaeda. Si de lo que se trata es de socorrer a los menesterosos africanos, ya les digo ahora mismo que aquí los tenemos a centenares, que subsisten en la más absoluta de las miserias, y los que es peor, apartados por centenares de kilómetros por dos mares, uno de agua y otro de arena, de su pueblo, su familia, sus costumbres, su lengua. Estos también son africanos y necesitan una mano amiga. Ahora simplemente se autoayudan entre ellos con lo mejor de su pobreza mientras esperan un alma caritativa que les socorra con un plato de comida y una palabra amable. Y eso es aquí mismo, aquí, en España. En esa África importada de la miseria africana.