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Los americanos anuncian que se van de Irak, que retiran sus tropas de combate. Lo mismo piensan hacer en Afganistán. Pero vayamos por partes.

La invasión bélica de Irak, haciéndose acompañar por otros países, directa o indirectamente, se llevó a cabo con la pueril excusa de que allí había armas de destrucción masiva. El asunto entonces habría consistido en encontrarlas y destruirlas. Fíjense qué hipocresía cuando resulta que el único país del mundo armamentístico que tiene y que ha usado armas de destrucción masiva ha sido, precisamente, EEUU.

El día 6 de agosto de 1945, lanzaron la primera bomba atómica sobre Hiroshima, ciudad y puerto del Japón, en Honshu, ocasionando 130.000 víctimas. Como no les pareció suficiente, tres días más tarde, el 9 de agosto, lanzarían otra bomba atómica sobre Nagasaki, ciudad de la isla japonesa de Kyushu, que quedó completamente destruida y cuyos efectos en víctimas fueron similares a los ocasionados en Hiroshima. ¡Qué ironía! Invadir un país en busca de unas armas de destrucción masiva por parte de quien tiene este tipo de armamento, que además lo ha usado sobre población civil, ocasionando la masacre más grande de la historia llevada a cabo con dos bombas. Una historia que debería de temblarle hasta el nombre al recordar lo que el ser humano es capaz de hacer cuando está decidido a destruir vidas masivamente.

La administración Bush dio por terminada la guerra de Irak, porque aquella administración, aquel gobierno, decía cuando y contra quien se empezaba una guerra y cuando ésta terminaba. Pero las cosas no han ido exactamente por ese camino. Hoy, más de 100.000 muertos después, básicamente de la población civil iraquí, más de 4.000 soldados americanos y unos cuantos cientos de los restantes países, sobre todo ingleses, resulta que Irak, al que pensaban pacificar de no sé qué cosa, es hoy un país que no le abandona el horizonte de una guerra civil, un país empobrecido, moral y económicamente, lleno de enemigos de sí mismos, con el atentado terrorista como una actividad casi diaria, una actividad vengadora y vengativa en su quiebra de convivencia. Un terrorismo que, como la hidra de siete cabezas, no se ha conformado con ejercer sus desastres en Irak: ha extendido sus tentáculos por todo el mundo.

Conviene recordar que los americanos abandonaban Vietnam después de usar en aquella guerra hasta napalm (1). Y aún con eso, de aquella guerra sucia salieron derrotados del país asiático, pero no antes de dejar miles de muertos, tanto vietnamitas como americanos, especialmente vietnamitas. Un país postrado tras una larga y dolorosa posguerra, postrado para muchos años.

Ahora le ha tocado el turno a Irak, donde entraron como un elefante en una cacharrería. Los casos de población civil víctima de la sin razón de la guerra, da escalofríos. A título de ejemplo permítanme que les comente un solo caso: Samar, un niño de corta edad, fue inmortalizado para los recuerdos del terror en una terrible y demoledora fotografía, llorando, manchado de sangre después de que unos soldados matasen a sus padres, abriendo fuego sobre el coche en que viajaba junto a ellos y cuatro hermanos más.

El gobierno Bush, en buena hora, desapareció para dejar paso al gobierno Obama, sin que a la presente haya tenido aún efecto la oferta de millones de dólares a quien entregase o diera pistas fiables para la captura de Bin Laden. Es como si sin pudor se hubieran retrotraído a los años del far west. Debe ser que este tipo de cosas está en su naturaleza, ofrecer millones al Judas de turno rememorando aquel que por 30 monedas de plata vendió, nada más y nada menos, que a Jesucristo. Hoy 30 monedas no dan ni para pipas, así que hay un ofrecimiento de muchos millones de dólares. Según la contabilidad de los gastos en millones de dólares que le pone cifra crematística a la guerra de Irak, dicen que ha salido más cara que la que liaron metiendo a su ejército en Vietnam. Si de aquella salieron muy malamente, de ésta no se van tampoco mejor. A todo eso, ni el señor Blair, ni tampoco por eso el señor Aznar, han dicho esta boca es mía…y deberían. Sólo sea porque hay imágenes que hacen buena la sentencia que vale más que mil palabras y la imagen de las Azores es una pesadísima espada de Damocles sobre sus humanas conciencias. El gobierno del señor Bush le ha dejado al gobierno del señor Obama una pesadísima herencia con lo de Irak y lo de Afganistán. Una guerra la de Irak que nunca debió existir, sobre todo justificándola con motivos que han resultado al día de hoy ser falsos. Invadir un país con una guerra, resulta luego muy difícil salir de él con la cara alta, sobre todo en una guerra como la de Irak. Ni en Irak ni en Afganistán han ido las cosas a mejor. Al Qaeda se ha expandido por medio mundo, incluyendo las desoladas regiones del Sahel, donde hasta el rally Paris- Dakar ha sido suprimido. Bin Laden, ya les dije, debe estar dios sabe dónde. El terrorismo internacional causa estragos en cualquier parte del mundo. A todo eso hay que añadir los estragos propios y característicos de cada guerra que, a aparte de no arreglar normalmente nada, son el caldo de cultivo para más rencor, más odio, y en aquellos países, más fanatismo, más sed de venganza. Y todo eso sólo puede estar aliñado de más inseguridad. Hoy, pongo por caso, coger un avión es en algunos países una odisea y no creo exagerar si añado que algunas veces una humillación. Es decir, que el mundo está peor, muchísimo peor, que antes de la guerra de Irak.
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(1) Napalm: compuesto químico que se obtiene por precipitación de palmitato, naftenato y oleato de aluminio. Estas sustancias se mezclan con gasolina de 100 octanos, con lo que se obtiene un gel muy inflamable. Su utilización con fines bélicos, ha sido denunciado por varios países dado los daños que ocasiona en las tierras de cultiva y sobre manera en la población civil, quemándolos vivos, y en casos menos graves ocasionando quemaduras cuyas secuelas son para toda la vida.