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Tertulianos, escribidores, políticos de todos los pelajes, expertos de casi todo, recién llegados y oráculos de la tragedia han echado su momento de sabiduría o su momento de bilis iluminada, siempre más por lo trágico que por lo meditado a cuenta de ese pastor de Florida, Terry Jones. Ciertamente, un sujeto, a mi modo de ver, que anda el hombre a medio camino entre el fanatismo que critica a los demás y el suyo propio, que por eso tampoco es poca cosa.

No… no es del pastor en primera persona de lo que les voy a dar mi opinión. He preferido dejar pasar unos días hasta ver en qué paraba la tontuna de su amenaza de querer hacer pavesas ejemplares del Corán, echándolos a una hoguera. Una provocación que se ha magnificado, como tantas veces, por la "onda expansiva" de los medios de difusión y que nos debería de abrir los ojos a los que escribimos, a los que hablan por la radio, a los que están en programas de TV, cuando sin reflexionar nos da por "inflar al perro", como si eso nunca pudiera tener consecuencias. Gravísimo error, porque hoy, tal cual está el mundo de globalizado, en algunos sectores fanatizados se debe de tener un cuidado extremo y no dar ni motivos ni razones para que la llama de los fanáticos prenda.

No consigo comprender como un país como EEUU, a los que nos les tiembla el pulso a la hora de invadir a sangre y fuego otros países por causas y motivos más que dudosos, luego resulta que no son capaces de coger al tal pastor Jones y ponerle como poco unos días de cara a la pared; o a escribir 20.000 veces: "tengo el conocimiento justo para pasar el día… tengo el conocimiento justo para pasar el día… tengo el conocimiento justo par…", y así hasta que se le caiga el culo a cachos. No, en serio, de verdad, no entiendo a los de EEUU, como en función de la libertad de opinión, o no sé que otra libertad, pueden dejar que un iluminado, posiblemente un oportunista, a mi modo de ver uno que tiene en la cabeza una magdalena muy grande, puede con una de sus peregrinas ideas, forzar una surrealista situación, obligando a intervenir al mismísimo presidente de los EEUU; o a su vicepresidente, o a casi todo el gobierno americano, y fuera de América, presidentas y presidentes de varios países.

¿Cómo es posible que por un "quítame aquí estas pajas" enseguida se enarbole la sacrosanta seguridad nacional, pasando sobre cualquier nimiedad como una apisonadora sin respetar ni a tirios ni a troyanos, y por el contrario dejen a un energúmeno con pistola que ponga en peligro la seguridad de las bases americanas que tienen una inmensa diáspora de influencia militar en sus tropas con presencia en cualquier parte del mundo, y por eso también en España, y de paso tener que activar la alarma de posibles atentados por parte del fanatismo musulmán en medio mundo?

No me queda más remedio que decirles a ustedes aquello de que frente a las decisiones que algunas veces toman los políticos, "que dios nos pille confesados". ¡Pero hombre! Señor Obama, no foti. ¿Cómo permiten ustedes semejante despropósito? Un tío, un chisgarabís que va y dice eso de echar coranes a la hoguera y que, imprudentemente, el ciego afán de hacer noticiable lo que no lo es, ha estado a punto de crear un problema vaya a usted a saber de qué dimensiones. ¿Cómo están ustedes tan exquisitos, incluso tan adelantados en sus propósitos para unas cosas y tan equivocados y tan patéticos para otras? Permítanme añadir que el sentido común debería ser una herramienta puntual. En estos momentos una de las cosas más necesarias. Pero parece que el sentido común lo tengamos en las listas del INEM, buscando donde ejercer.

Es urgente convenir la increíble debilidad, la increíble fragilidad de nuestra global seguridad. Ya han visto ustedes como basta con que salga un vengador con levita, de los que nunca faltan, y tenga una peligrosa ocurrencia, una insensatez, que como caldo de cultivo les sirve a los fanáticos de toda condición para encender la cerilla que puede pegarle fuego al bosque de la convivencia. Un bosque que tiene la leña reseca por la intolerancia, el afán de venganza, el odio y otras quiebras. Un bosque que puede arder de tal manera que no haya luego bomberos que puedan hacer más diagnóstico que el de la catástrofe surrealista consumada, como todas o casi todas las emanadas por la mala cabeza del hombre.