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Punto y a parte. Atrás quedó la huelga general, multitudinaria como era de esperar aunque no tanto como se hubiera deseado y el factor común en todas, el recuento del número de participantes por parte del Gobierno y por parte de los sindicatos. Yo no se cómo lo hacen para dar esas cifras casi exactas, pero sea como sea, los sindicatos hicieron lo que tenían que hacer -que para eso existen- y el Gobierno hizo y hará lo que tiene que hacer, que para eso es el que manda, discutible o no, pero manda. En este otoño o tal vez con la llegada de los primeros fríos van a caer no sólo hojas sino chuzos de punta. Los funcionarios que no secundaron la huelga sólo se pudieron permitir estar en espíritu ya que, su participación, les hubiera representado una reducción entre 80 y 100 € más en su salario, al margen de ese 5% ya aplicado con anterioridad y esos amores, no todos están dispuestos a soportar. Sea como sea, ahora, una gran mayoría de este país ya está pensando en el día 12, festivo y que como en todos, volveremos a utilizar como terapia la escapada a tiempo, no mucho más lejos, pero sí como corto paréntesis a tanto padecer y es que ni los festivos llevan ya las alegrías de antaño y los puentes, los deseados y soñados puentes cojean sus arcos, sus pilares son inciertos y en muchos, ni las aguas que los cruzan son igual de bulliciosas. Me da la sensación de que vamos a seguir deambulando como corderos, no degollados del todo, pero sí en ese extraño silencio, en la falta de comunicación, en la penumbra de la búsqueda de esas casi milagrosas soluciones que todos deseamos.