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El presidente del Govern no ha salido bien parado del debate de política general. Abordar la realidad de la comunidad en estos momentos y hallar argumentos para el optimismo no es una tarea fácil. El escenario ante el que compareció Antich está definido por dos elementos claramente adversos, la crisis económica y la debilidad de su gobierno. Se extendió sobre la primera, sobrevenida por causas externas a su labor política, con una densa relación de acciones, inversión pública y propuestas para el futuro y disfrazó la segunda, de índole interna, con una descripción general del estado de corrupción que ha asolado la administración autonómica y que ha dado a esta legislatura un cierto carácter de espectadora. En ese contexto, la intervención del jefe del Ejecutivo nacía condicionada en la selección de los asuntos a tratar y dentro de esas limitaciones optó por una apelación general al esfuerzo y al "orgullo del país" para superar este momento. Nada le excusa, sin embargo, de la escasa atención que Menorca ha tenido en ese repaso ni del poco estimulante resultado registrado en el combate oral entre el presidente y los portavoces, reducido a reproches del pasado y a personalismos de consumo interno para los ocupantes de los escaños.