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Hay cosas de la gastronomía que por más que las analizo no se me alcanza la razón para saber por qué son como son. Intentaré explicarme: ustedes ya saben que algunos países basan su intendencia nutricional en el arroz, una gramínea, por cierto, procedente de Asia, donde ya se cultivaba casi 3.000 a.c., de hecho, hay noticias escritas sobre el cultivo del arroz 2.800 a.c. En España fue introducido por lo árabes en el siglo XIII.

China, Vietnam, algunas zonas de Japón, India, etc., son grandes consumidores de arroz. En Vietnam puede afirmarse que es una fuente de alimentación básica. Sin embargo, fíjense que desatino, los vietnamitas desconocen cómo se hace una paella, mientras que para nosotros los españoles, pocas cosas habrá en la cocina que se puedan hacer mejor con arroz y una paella. No crean que eso del arroz y la paella que no hacen en los países que viven del arroz, es el único caso de orfandad gastronómica. Ni en Bielorrusia, ni en Rusia, ni en Polonia, ni en ninguno de los países llamados del este, ni tampoco por eso en los africanos, han hecho jamás una tortilla de patatas. Ya me dirán ustedes que dificultad tiene eso y si se puede con menos de un huevo y una patata, con un chorro de aceite y un si es no es de sal, hacer algo mejor que una tortilla. Ni se puede hacer con menos, ni se puede hacer mejor.

Con lo dicho quiero decirles que comer bien tampoco es tan complicado. Claro que hay gente, como dijo aquel, que estando como están en el bosque, no encuentran leña para un fuego con el que calentarse.

No saben lo mucho que me alegro al leer en el Diari los distintos eventos gastronómicos que ya, con cierta frecuencia, se están celebrando en los distintos pueblos de Menorca. ¡Por fin! Otras personas vinculadas con la hostelería y el turismo, dicen lo que yo llevo años diciendo, la gastronomía es un potencial turístico de primer orden. De hecho conozco no pocos lugares con un turismo, incluso masificado por su excesiva afluencia, sobre todo los fines de semana, basado prácticamente en la gastronomía. Y aún les digo más, conozco, porque suelo ir 4 ó 5 veces al año, un pueblo de Guadalajara con afluencia turística los fines de semana tan grande, que como no tengas mesa reservada en cualquiera de sus restaurantes, es mejor no ir porque no se encuentra una mesa libre. Y ¿saben ustedes a que va a ese pueblo la gente? ¡A comer cabrito! Como van a Segovia a comer cochinillo, a Jadraque (partido judicial de Sigüenza, provincia de Guadalajara) se va a comer cabrito. En Segovia, aparte del cochinillo, se puede y se debe disfrutar viendo el acueducto, la catedral o el alcázar. En Jadraque no hay nada que ver, si acaso, por no mentir, tiene un castillo encampanado, como casi todos los castillos, en un altozano al que poca gente sube, porque ver ya lo ven desde abajo. Así que visto el castillo, no hay otra cosa que no sea ese principio lúdico de llenar la andorga. Y les puedo asegurar que es difícil comer un cabrito al horno de leña que supere a los que hacen en Jadraque. Pues a comer cabrito se reúnen centenares de personas hasta llenar el pueblo los fines de semana.

Menorca tiene en los productos de su mar pescados y mariscos de una calidad superior con los que se elaboran unos platos isleños que pueden ser en sí mismos el mejor recuerdo que un turista pueda llevarse de la isla. Las carnes de nuestra cabaña bovina o porcina son la materia prima de una gastronomía espléndida. La dulcería de nuestros sucrés (maestros pasteleros), es un lúdico regalo para el paladar más exigente.

De Menorca, el turista que nos visita se tiene que ir encantado de nuestra gastronomía. Ese es el mejor aval, un boca a boca (nunca mejor dicho) que funciona si se le sabe hacer funcionar. Creo que la hostelería vinculada al turismo por fin así lo ha entendido. Es la mejor inversión y además, teniendo la materia prima y cocineros y cocineras con unos conocimientos bien afinados sobre la cocina menorquina, sólo hay que poner la gastronomía a funcionar.

De Menorca el visitante se tiene que ir con algún objeto de nuestra artesanía bisutera o del calzado, con alguna botella de vino menorquín o de algún licor. No me digan que nuestro gin no es para llevarse alguna botella. La chacinería: sobrassada, cuixot, carnixua, butifarró, el queso de Menorca… son productos óptimos para llevárselos como atractivo local que ha entusiasmado al visitante en algún momento de su estancia en Menorca y hay que hacer que se lo lleve para prolongar ese placer o para que los amigos disfruten de lo que ellos han disfrutado.

Bien, muy bien, por quienes están invirtiendo tiempo y dinero en organizar acontecimientos gastronómicos en Menorca. Por ese camino siempre me encontrarán dispuesto si lo desean para echar una mano porque del potencial gastronómico de Menorca como reclamo turístico, a mí no me tienen que convencer cuando creo poder presumir de ser pionero en ese objetivo.

Además, consumiendo productos menorquines, coadyuvamos al bienestar local de nuestra gente del campo, nuestros pescadores, nuestros industriales, en definitiva, los trabajadores menorquines, que directa o indirectamente todos podemos salir beneficiados. No me cansaré de decirlo, consumir productos menorquines es una inteligente manera de hacer menorquinismo y nadie puede querer más a Menorca que los menorquines y creo firmemente que en lo tocante a la gastronomía vamos por el mejor de los caminos.