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Somos seres humanos y en nuestra naturaleza entra pifiarla una y otra vez. Nos hartamos de presente, como si de azúcar se tratara, y luego, ya deambulando en el futuro, nos arrepentimos de algunas decisiones, pasos o actos que en el pasado más reciente hemos cometido. Es entonces cuando, abatidos por el tiempo, por la nostalgia o por la impotencia de no poder hacer nada por cambiar esa cagada que nos acompañará queramos o no el resto de nuestros días, entonamos bucólicamente aquello de "si pudiera volver atrás...".

Amigo lector, no nos engañemos. La mayoría de casos, si pudiéramos regresar atrás volveríamos a cubrirnos de gloria o como lo quieras leer. Sólo siendo conscientes de que estamos errando en el momento en el que lo hacemos, queda margen para acertar. Y aún así.

Soy el primero que no está orgulloso de todo lo que ha hecho. En demasiadas ocasiones me he tirado de cabeza a la piscina sin comprobar si había agua. Pero claro, en este cuentagotas condenado a vaciarse que es la vida, solemos darnos cuenta de todo tarde. Cuando ya no podemos hacer nada, más allá de prometer que no volveremos a tropezar en la maldita misma piedra.

Pero, ¿realmente no se puede hacer nada? Soy partidario de que con cada error que cometemos de entre todo lo malo que acatamos, también aprendemos algo ¿bueno?. Suelo decir que el ser humano no es capaz de reaccionar hasta que se encuentra al borde del precipicio, cuando su cuerpo sencillamente tontea con la gravedad. "Me caigo, no me caigo". Ahí es cuando nos damos cuenta de que algo no va bien y que, aunque ya es tarde para deshacer el mal hecho, sí que podemos evitarlo en una próxima aventura.

En última instancia es el afectado el que tiene la palabra final. El que perdona o no perdona. El que regala una segunda oportunidad. El que se cree alguna lágrima de cocodrilo. El que te alegra el día. No pienses, amigo lector, que somos máquinas infalibles. Fallamos más que una escopeta de feria, queramos o no. Aunque nunca es tarde para arrepentirse. Ni tampoco para conceder una segunda oportunidad.

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dgelabertpetrus@gmail.com