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Se ha iniciado oficialmente la campaña en Catalunya para las elecciones del 28-N, una convocatoria necesaria con la aspiración y al mismo tiempo el reto de alcanzar una normalidad política, que la discusión sobre el Estatut, entre otras circunstancias, ha imposibilitado hasta ahora. Catalunya ha perdido la imagen que construyeron Pujol y Maragall, con un estilo respetado y añorado por algunos. Una prueba más de esta evidencia es el tono que exhiben los partidos en el mismo inicio de la campaña, situando en el centro cuestiones laterales, como el endémico debate sobre el límite de las aspiraciones nacionalistas, los compromisos previos sobre posibles pactos con el PP, o el "efecto Zapatero", que sin presentarse a las elecciones puede perderlas o ganarlas, e incluso el retraso del partido Barça-Madrid. La recuperación del "seny" debería ser un objetivo compartido por todos los partidos, ya que la mayoría han sufrido un desgaste considerable por méritos propios. Como en todas las campañas, debería prestarse más atención a las cuestiones que realmente preocupan a la mayoría de ciudadanos, especialmente las que se refieren a la economía y al empleo, y no abrir discusiones para ganar un puñado de votos.