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La imagen todavía ufana y altanera de María Antonia Munar ilustró el apunte que un resumen informativo del 2010 realizó de la corrupción. Casos ha habido muchos pero lo de Balears sonroja al ciudadano medio de buena voluntad por estos lares y provoca incredulidad y desconcierto en quienes han seguido el rosario de investigaciones policiales y procedimientos judiciales que los representantes institucionales del archipiélago -diría nuestros pero se me atraganta el posesivo- han protagonizado durante esta legislatura. Sin ser el problema más acuciante - los miles de parados y el deterioro económico encabezan la lista de preocupaciones del común de los mortales- se impone un cambio y el año que se acaba de estrenar debería ser el de la ansiada regeneración. Con unas elecciones cruciales a la vuelta de la esquina, las fuerzas políticas deberían esforzarse en recuperar la confianza y en dignificar el entramado institucional que tanto costó levantar y más cuesta mantener y la ciudadanía en actuar como tal, corresponsabilizarse de la acción de gobierno exigiendo a sus responsables un proceder honesto y con altura de miras.