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La antigua colonia francesa ha vivido después de su independencia tres décadas de notoria armonía religiosa y étnica y una desarrollada economía, pero se está convirtiendo en una contienda interna que quebranta la estabilidad política del país. Dos presidentes se están proclamando ganadores de las últimas elecciones y ambos mantienen en pie gobiernos paralelos. El presidente saliente, Laurent Gbagbo, no quiere ceder el poder al presidente elegido, Alassane Ouattara, quien tiene el respaldo del mundo occidental, de las Naciones Unidos y, más importante, de los líderes africanos de su entorno, organizados en una comunidad económica de países de África Occidental (ECOWAS por sus siglas en inglés), quienes han advertido a Gbagbo de respetar el resultado de los comicios o hacer frente a una intervención militar por parte de ECOWAS. A este aviso se han agregado los Estados Unidos (EEUU) y sus aliados. Además, EEUU está preparando a su personal para una eventual evacuación de su embajada en Abidjan.

Lo que no se está diciendo en círculos políticos es que detrás de esta contienda entre los dos presidentes se esconden intereses económicos por parte de los antiguos colonialistas como Francia y Gran Bretaña, antes rivales en la región y ahora aliados para repartirse, otra vez, las ganancias de la época colonial, y EEUU tampoco quiere perderse tan lucrativa oportunidad.

No podemos olvidar que Costa de Marfil era el más próspero país del África Occidental Francesa, apoyado siempre por la presencia e influencia de su antiguo colonizador. Los franceses continuaron invirtiendo en Costa de Marfil, enseñaron en los colegios y prosperaron con las producciones de cacao y café. Así que la integración era casi total. Pero en 1980 se acabó el milagro cuando los precios de las comodidades mundiales se derrumbaron y en 1987 Costa de Marfil era insolvente. Fue en este contexto que apareció Laurent Gbagbo, un profesor de historia, educado en Francia, quien obtuvo el respaldo de Francia después de haber sido elegido presidente del país, aunque se observaron irregularidades en los comicios y las protestas de candidatos opositores tales como Outarra, quien fue apartado de las elecciones.

Francia había apoyado el primer presidente de Costa de Marfil, Félix Houphouet-Bouigny, después apoyó a Gbagbo y ahora está apoyando a Outtara en un giro total de política que significa que la élite francesa se está alineando con la estrategia estadounidense en la región, donde los EEUU se manifiestan para asegurarse en la región fuentes de energía. Nigeria, Gabón y Angola contribuyen con un suministro apreciable al aprovisionamiento de energía fósil a los EEUU y Ghana tiene enormes reservas sin explotar todavía. Se especula que al final de esta década Costa de Marfil producirá 200.000 barriles de crudo diarios y no extraña que países, antiguos beligerantes (Francia y Gran Bretaña), ahora se alineen para aprovecharse de los recursos existentes en el África occidental.

Tampoco sorprende el apoyo de EEUU a la proclamación de Outtara como presidente electo, considerando que éste fue un alto directivo del Fondo Monetario Internacional (IMF, sus siglas en inglés) y afine a los objetivos económicos de EEUU en la esfera mundial.

De momento Gbagbo no cede y quiere ganar tiempo para organizar sus fuerzas, aprovisionarse de armamento y conseguir la intervención de mercenarios para hacer frente al presidente electo y seguir en el poder. Sin embargo, esta opción no puede fructificar, porque ECOWAS no permitirá tal solución y con el visto bueno de Gran Bretaña, EEUU, Comunidad Europea, Rusia y China, emprenderá acciones no militares, pero sí de presión política para que Gbagbo desista y acepte la elección de Outtara como Presidente electo.