Puerto de Mahón. Antiguo edificio de La Minerva - Fotografía Dolfo - Propiedad Lázaro Alcaide

TW
0

Desde hace algunas semanas, estoy dedicada al tema del señor Francisco Bosch Ponsetí, me poden creure, se meva dedicació ha estat en cos i ànima. No tan solo por complacer la petición de su nieto Pedro J. también ha sido debido a que le conocí, fue buen amigo del mecánico de la motora. Lo recuerdo en cantidad de situaciones de vista pes moll, dado que el remolcador tenía su amarre frente a la fábrica y con mucha frecuencia bajaba la comida a mi padre. Uno de los recuerdos, fue que en varias ocasiones subí en su coche, quan feia malt temps siendo su chófer el señor Antonio ¿Pons?, primer motorista del remolcador número 2, que tenía su taller mecánico en la plaza de San Roque- esquina con la de santa Catalina.

He intentado obtener datos en archivos, personas mayores, prensa, internet, a buen seguro podría continuar dedicándome una semana más, pero está decidido, con el presente, equivalente al número 12, doy por finalizado el tema esperando haber logrado que sus descendientes sepan algo más de l'avi. Cerrando la saga de los Bosch con el fallecimiento del mismo y el paso de lo que se inició siendo es molí de foc d'en Ladico, convirtiéndose en uno de los restaurantes más logrados de nuestra ciudad.

El 6 de marzo de 1958, fallecía en su hogar de la calle del Castillo, a la edad de 85 años, don Francisco Bosch Ponsetí. Con su fallecimiento quedaba la fábrica harinera al pairo, como se diría en términos náuticos, si bien el declive se había producido debido a la escasez de siembra de cereales. Los payeses dejaron de sembrar blat por ser más productiva la siembra de comida para las vacas. Quedando atrás, los días de esplendor.

Al mismo tiempo, se cerraba el Consulado de Grecia, que curiosamente Mahón había regentado desde el mil ochocientos, llegando a ser Menorca la principal de las Baleares. Fueron sus hijos Diego y Pedro los que tras el fallecimiento de su padre se ofrecieron para el cargo, según fuentes fidedignas y jamás recibieron contestación.

Matías Montañés Merino, me informó que su padre siendo socio de la fábrica harinera La Moderna, de la calle de Santa Ana de nuestra ciudad, junto a los señores Emilio Seguí Linares y Pedro Pons Pons en Calafi, en 1960 absorbieron La Minerva, una de las primeras y la más prestigiosa, abierta en el siglo XVIII, quedando como un destartalado almacén y depósito del escaso trigo que se recogía. Lo mismo sucedió con la harinera de Es Mercadal, produciéndose con anterioridad a la del señor Bosch. Lamentablemente se había producido el declive harinero. Decidiendo cerrar La Moderna, la misma que en los años veinte siempre intentó fer sombra a sa de baixamar.

Los inmuebles fueron repartidos entre los tres socios. Correspondiendo, La Minerva y La Moderna, al grupo Montañés.

Los mahoneses recordamos, lo destartalada que se encontraba la antigua fábrica del puerto mahonés, sus techos derrumbados, convertido en prolífero palomar, era un niu de sunya, tan solo podría ser aprovechable la fachada si fa o no fa. Que por cierto está catalogada. Los escasos muebles, invadidos por la carcoma y la maquinaria convertida en un montón de chatarra, toda de-
sechable.

A principios de los noventa, la zona más frecuentada de nuestro puerto continuaba siendo la del Club Marítimo. Era el tramo más concurrido por sus actividades náuticas, que fue frecuentado por nuestros antepasados y al que los hijos de esta ciudad continuamos asistiendo a la hora de nadar, para asistir a los populares bailes del club para festejar las fiestas más sonadas.

Muchos fueron los conserjes que pasaron por el lugar, que no me atrevo a nombrar temerosa de dejarme alguno de ellos. Hubo uno que marcó época y estilo, su manera de ser, su esmerada cocina, su trato con el público, siempre exigente, no tan solo con su equipo, sino con él mismo. Renovaron las noches de Sa Lliga; festejos, galas, bodas y comuniones.

El resto de baixamar dormitaba en una oscura penumbra, tan solo cuatro puntos de luz. Despertando al amanecer con el movimiento portuario desde la centenaria Marina hasta Can Rabetlo regentado en aquel entonces por el recordado y peculiar Mario. Al cel sia.

De ahí, que los mahoneses, se pusieran las manos a la cabeza al enterarse por radio calle que la antigua fábrica del señor Bosch, era invadida por un grupo de albañiles al mando de Rafael Sintes s'estaló, no pudiendo dar crédito a que fuera a convertirse en restaurante. La noticia bomba fue al saber que iba a ser regentado por Lázaro Alcaide.

Transcurridos 16 años, se puede confirmar, fue una feliz idea. Ha sido un éxito, un orgullo para todos, el poder disponer de un lugar de dalt de tot, al servicio de diversidad de clientes tothom és ben arribat. I no diguem des 'pantalan' i es barco.

En la festividad de San José de 1995 se abrieron las puertas de par en par, siendo felicitados cuantos participaron en su cambio estructural. Juan José Gomila diseñando con su perspicacia de arquitecto. El aparejador, Jaime Mus. La carpintería Oleano. Corriendo la parte eléctrica a cargo de Tecno Instaladora, el decorador interiorista fue Quico Hernández Montesinos, con su reconocido buen gusto por las cosas bien hechas, rubricando el lugar tal como se merecía, ambientado en los años veinte. Fue tal el logro ambiental, que la primera vez que entré en aquel lugar creí que el mobiliario de la cafetería había pertenecido con anterioridad a algún afamado comercio del gremio.

Para llegar a tantos logros me remonto a 1992 cuando se decidió montar el restaurante La Minerva, adquiriendo la nave contigua, precisamente la misma que años atrás don Pedro Montañes había vendido a su hermano Pepe. Interesada en saber más, sobre la historia de La Minerva, decidí entrevistar a Lázaro Alcaide, persona muy apreciada en la isla por su integración entre los menorquines, no en vano llegó por primera vez, cuando tan sólo contaba 14 años, en el periodo vacacional junto al que sería su maestro, aprendiendo el oficio eslabón por eslabón hasta alcanzar la cúspide, a pesar de no ser de su agrado que lo halaguen. Por su manera de ser, excesivamente modesto, me notificó que algunos de sus ayudantes, que aprendieron con él al calor de los fogones, son mejores que él.

Al salir del local me invadió una gran alegría al comprobar que se ha sabido dar rentabilidad a un vetusto edificio.