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Hoy sábado acaba el estado de alarma decretado por el Gobierno para garantizar la tranquilidad (de los usuarios y las compañías) en el espacio aéreo español. A mí, sinceramente, durante este mesecito, la alarma no me ha conllevado la vulneración de ninguno de mis derechos, no ha entrado la Policía en plena noche para removerme los cajones ni me han requisado la compra del hipermercado. Tampoco conozco a nadie a quien le haya pasado algo de esto. Por tanto, cabe concluir que fueron infundados los temores de algunos grupúsculos y simpatizantes de la izquierda de la pancarta y el pañuelo en el cuello que se pusieron las manos a la cabeza y equipararon el estado de alarma a una especie de paréntesis fascista dentro de la democracia en el que se podrían cometer atrocidades. Exagerado. La superación del periodo franquista, la terapia contra los fantasmas del pasado, es algo que deben realizar de una vez por todas tanto los nostálgicos del ordeno y mando dictatorial como aquellos que viven de oponerse a algo que realmente ya no existe. Los partidos y grupos simpatizantes de izquierdas deben superar de una vez por todas un tic automático que les lleva a reaccionar ante diversos hechos en base a la memoria del franquismo. La normalidad democrática está muy avanzada, y algunas palabras, algunos conceptos, tienen que evolucionar. En los dos lados.