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Con una prudencia lógica se ha acogido una noticia esperada desde hace tiempo: La izquierda abertzale se ha manifestado en contra de la violencia etarra. Es evidente que lo hace apremiada por la necesidad de concurrir a las próximas elecciones, pero esta motivación no debe restar importancia al paso que se ha dado, que todo el mundo espera que sea definitivo y que es fruto del éxito de la lucha contra el terrorismo. Ahora se ha llegado a un momento decisivo, el de romper cualquier cabo que ate una idea política a una actividad terrorista. El PSOE y el PP deberán estar a la altura, primando el mantenimiento del consenso, escuchando a sus líderes en el País Vasco, que han demostrado inteligencia en su estrategia de unidad. Ahora ya no es el tiempo del miedo, sino de la esperanza. Las instituciones democráticas, las políticas y las judiciales, tienen suficientes resortes para que lo que de momento es una declaración de intenciones, que muchos pueden considerar con lógica poco creíble, se convierta en una posición irreversible. Las víctimas merecen el máximo respeto, también de quienes se han de mostrar arrepentidos, pero no han de ser un obstáculo para cerrar más de tres décadas de terror. Lo realmente importante es que no haya ni una sola víctima más.