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El transporte público por carretera mueve más de dos millones de pasajeros, una cifra que permite considerar la plena consolidación de este servicio. La oscilación en el número de usuarios en los últimos ejercicios responde a las consecuencias propias de la coyuntura pero no parece incidir en una tendencia general de crecimiento. La apuesta por esta modalidad de transporte está dando unos resultados aceptables que han de valorarse con especial aprecio por cuanto supone el cambio de hábitos tan arraigados en la sociedad contemporánea como el del coche particular.

Buen ejemplo de la nueva conducta en la movilidad urbana e interurbana lo constituyen las tarjetas de fidelización, la mitad de los pasajeros son usuarios habituales que utilizan el autobús como medio para sus desplazamientos. Desde una perspectiva cualitativa, este aspecto significa un logro importante, una nueva cultura de transporte va calando entre los ciudadanos. El servicio de las empresas concesionarias, que han sabido adaptarse a las demandas y responder a las exigencias, y la ampliación de la oferta a circunstancias especiales como el ocio nocturno o festivo redondean ese saludable balance.