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El jueves consumí uno de los actos que más me relajan últimamente. Fui al cine. Me armé con una bolsa de conguitos blancos y, casi sin saber el título de la película porque pagaba mi colega Albert y por lo tanto elegía, me dispuse a ver un filme extraño que giraba en torno a algo que preocupa a muchas personas: Si tenemos o no tenemos libre albedrío. Dicho de otra manera, si vivimos lo que queremos y como queremos o si seguimos un guión preestablecido por alguien que escribió en algún momento de inspiración divina.

Si te soy sincero, amigo lector, a día de hoy no me he decantado por una opción. Cuando a los cinco años me partí la cara con una puerta de cristal en un bar de Alaior, ahí el origen de mis cicatrices en el rostro, me gustaría pensar que fue porque el suelo en ese momento estaba mojado y que el cristal no estaba tan blindado como parecía, porque de lo contrario lo tacharía de broma macabra. Claro que siempre nos quedará la duda, cuando acertamos o cuando la liamos, de si realmente ha sido culpa nuestra.

Creo que si la vida estuviera ya de por sí escrita sería algo banal y aburrido, algo previsible que le restaría encanto al maravilloso arte de elegir mientras asumes las consecuencias. Para lo bueno y para lo malo. Me marea cuando alguien protege alguna mala noticia lapidariamente: "Así estaba escrito". ¿Y a mí qué? ¿Es que nadie me ha preguntado lo que me parece? Algún privilegio debería tener, creo yo, ser el protagonista de mi vida, ¿no? Cada uno de la suya, se entiende.

Porque con esto de la crisis y del ERE que erre, una buena salida para el que le gusta escribir podría ser la de guionista de la vida. Sentarte delante de un ordenador, con una bolsa de pipas, y empezar a redactar como quien no quiere la cosa lo que le pasará a fulanito a los 18, a los 31 y a los 50. Y como lo de escribir cansa, te lo aseguro, tener siempre a mano el Buscaminas o el Solitario, los mejores pasatiempos que ha parido la industria informática.

Porque para qué negarlo, la vida es demasiado corta como para tomársela en serio. Tanto para el que la vive como para el que la escribe.

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dgelabertpetrus@gmail.com