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Si nunca se nos ha explicado bien el funcionamiento de los visitadores médicos, esos respetables ciudadanos que "informan" a los médicos de las últimas novedades farmacéuticas por si quieren prescribirlas a sus pacientes, y que, según una leyenda urbana que lo mismo hunde sus raíces en la realidad, son tan extremadamente dadivosos que obsequian a los galenos con viajes, jamones ibéricos de bellota, relojes o enciclopedias, si nunca se nos ha explicado, digo, ese género de visitación, es muy improbable que se nos ilustre algún día sobre lo que hacen los veinte mil agentes visitadores de grandes empresas destacados en Bruselas, cabe el Parlamento Europeo.

Se dice, es más, en Bruselas lo dice todo el mundo, que esos visitadores se dedican también a "informar", en éste caso a los eurodiputados sobre los gustos, apetencias y planes de las empresas para las que trabajan, gustos, apetencias y planes que para satisfacerse necesitan, eso sí, un empujoncito legislativo de sus señorías europeas. O dicho de otro modo, más basto ciertamente: que se dedican a corromper un poco a los políticos para que la Unión Europea fabrique leyes a la medida de los intereses de las empresas. A cambio: dinero, viajes, cosas, o eso tan de moda últimamente de consejero fantasma, pero en nómina, cobrando un pastón por la patilla. Tal vez el eurodiputado del Partido Popular, Pablo Zalba, podría contarnos cómo funcionan esos visitadores de Bruselas, pues él mismo, según el vídeo que lo acredita, los recibió para hablar de cierta normativa comunitaria que a esos señores les convenía. Según parece, Zalba no trincó metálico, pero la dicha normativa la presentó y salió adelante como mandan los cánones.

Las visitas, salvo en algún caso excepcional, le hacen poca gracia a la gente, tan poca que se ha ido perdiendo, por consunción natural, la costumbre de "ir de visita". En Bruselas, por el contrario, la cosa es tan boyante que hay unos veinte mil tíos dedicados enteramente a visitar. Y es que los reciben divinamente.