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Los cementerios están llenos de quienes olvidaron
que aquello que les podía matar era peligroso.

Hay países de los que bien se puede decir que es difícil tener más "el santo de espaldas": que te sobrevenga un terremoto que lo han puesto en el ranking de los terremotos entre uno de los cinco más potentes de los que han zarandeado, incluso acabado con ciudades enteras; que como consecuencia del terremoto te llegue, sin posibilidad de hacer otra cosa que rezar, un destructivo y atroz tsunami*; que como consecuencia de todo esto se tenga una central nuclear a punto de ser por si misma capaz de ocasionar un desastre de incalculables proporciones, parece una fantasía de una película de terror, tres catástrofes al mismo tiempo.

No me extraña que algunos japoneses tuvieran dudas de si estaban despiertos o durmiendo con la más terrible y peor de las pesadillas.
Japón es un país geográficamente bastante más pequeño que España, sin embargo tiene 127 millones de habitantes. Su demografía es altísima, sus ciudades están muy masificadas. En el área metropolitana de Tokio viven 35 millones de personas. Esto unido a ser un país declaradamente consumista, les ha convertido en muy dependientes de los componentes energéticos. Digo todo esto porque si no, no se entendería que habiendo sido Japón el único país del mundo que ha sufrido las gravísimas consecuencias de dos ciudades destruidas y miles y miles de muertos por los desastrosos efectos de dos bombas atómicas, vayan y tengan ahora nada más y nada menos que 54 centrales nucleares, siendo como son, probablemente uno de los países más propensos del mundo a los continuos fenómenos de inestabilidad geológica.

Otro factor en contra para instalar una central nuclear es su ubicación, como estos ingenios necesitan estar continuamente refrigerados por agua, hay que instalar las centrales nucleares a la orilla de ríos caudalosos o al lado del mar. Como Japón no tiene ríos capaces de garantizar que los reactores que refrigeran con agua el núcleo, tengan siempre el aporte de caudal suficiente, los japoneses han tenido que construir estas centrales cerca del mar, y esto, en Japón, es una temeridad porque un terremoto, al que tan propensos están, puede generar un tsunami y éste inundar los generadores diesel que hacen circular agua por los reactores, que al no funcionar, hará que el núcleo se recaliente rápidamente, cerrando el círculo de una catástrofe anunciada. Pero aún sin tsunamis, en una geografía tan propensa a los fenómenos sísmicos, puede en una de esas manifestaciones de la naturaleza, alcanzar cualquier día, Dios no lo quiera, de lleno una central nuclear.

Ahora, con la memoria recuperada de la catástrofe de Chernóbil por el presente amenazador de la centra Fukushima, el mundo de la energía nuclear le ha dado por reconsiderar el altísimo peligro de estas energías.

Casi siempre pasa lo mismo, cuando por culpa de un punto negro en un cruce de carreteras se tienen 10 o 12 muertos por atropellos de tráfico, es cuando aparece el político que ordena que se haga un puente. ¿Hace falta acaso que pase lo que está pasando en una central nuclear japonesa para venir a descubrir ahora el altísimo peligro que tienen estos ingenios? Diríase que en ésta y en otras cosas estamos en manos de la providencia porque los humanos, que deberían tener estas cosas por sabidas, o son incapaces o son unos temerarios o las dos cosas a la vez.

La verdad es que en esto de la energía nuclear, a lo largo y ancho de este mundo, está uno más perdido que "el barco del arroz". Fíjense, en la central de Trillo (Guadalajara) llevan (si el informe del que he tenido conocimiento es cierto) algo así como 10 años sin hacer un simulacro de fuga radioactiva con la población civil que vive cerca de esta central.

Lo malo de las centrales nucleares no es solo cuando funcionan, cuando su vida activa termina por haber cumplido la edad para la que fueron programadas, por ahí andan algunos temerarios que van pidiendo moratorias que alarguen su funcionamiento, como si la cosa fuera "pelos de cochino" o "pitorros de botijo".

Cosas que de puro simple no ofrecen ninguna preocupación hasta que, unas veces por unas cosas y otras por otras, va una de estas centrales y suelta la muerte que lleva dentro.

Otro capítulo, y no en son menor, es el almacenamiento de la basura radioactiva que generan mientras funcionan. Y nada digamos cuando ya no son otra cosa que chatarra inútil, pero altamente peligrosa.

No he dicho, quede claro, en ningún momento que las centrales nucleares no deban existir, en lo que sí hago énfasis es en lo peligrosas que son y la relajación que con los años de funcionamiento parece que invade a quienes deberían no bajar la guardia nunca.

*Tsunami: La traducción más aproximada es "ola en el puerto".