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A finales de los años 60 y principios de los 70, en Madrid, donde residía yo en aquellos tiempos, las manifestaciones de carácter político eran frecuentes, frecuentes si comparábamos con la década previa. Amnistía y la libertad de los presos políticos eran los motivos más corrientes. Todas ellas solían acabar de la misma forma, unas carreras, unos golpes de porra y con algunos participantes y algún distraído espectador pasando unas horas o días en los calabozos de la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol. Al ingresar, una de las primeras cosas a hacer era dejar el cinturón y los cordones de los zapatos en la ¨recepción¨. Era por nuestra protección nos decían, pero de puertas para fuera, lo que se decía era que el hecho de ir andando sujetándose los pantalones con la mano izquierda y arrastrando los pies te daba una sensación de humillación que predisponía a confesar cualquier cosa.

En eso iba yo pensando mientras me sujetaba los pantalones con la mano izquierda y arrastraba los pies en el aeropuerto. Acababa de dejar el cinturón, los zapatos, el reloj, las lapiceras, el teléfono, el ordenador, la chaqueta y la mochila al oficial del TSA, la agencia encargada de nuestra protección aérea. Esta ceremonia es habitual, ya la he hecho tantas veces que casi ni lo noto. Pero claro siempre hay sorpresas. En este caso fue el pasar por una cámara en donde electrónicamente te desnudan y te sacan una foto. Esto no se les ocurrió hacerlo a nuestros funcionarios de la brigada social.

Naturalmente el gobierno garantiza la privacidad del acto. Estando familiarizado a la forma en que el gobierno USA guarda sus secretos, espero que mi foto aparezca en cualquier momento en el Facebook.

Después de esa colonoscopia del ánimo y habiendo recogido todos mis efectos personales, o al menos eso espero, fui a sentarme en espera del avión que me iba a llevar a Barcelona para empezar mi ciclo de trabajo de primavera en España.

Allí sentado recordé una entrevista que me hizo hace ya años el diario Menorca y en la que de pasada mencioné que en cualquier momento iríamos desnudos en el avión. Frase que usó el editor como título de la entrevista. Entonces fui tildado por algunos de exagerado, virtud que si tengo y es heredada. Pero después de esa experiencia ya no me parece una exageración, ya vamos electrónicamente desnudos en el avión. ¿Por qué nos querrán proteger tanto?