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Es inevitable la confusión que se ha creado entre los ciudadanos del mundo globalizado. Les llaman, les piden opinión, van a votar y eligen gobierno, pero luego se dan cuenta de que no sirve de nada, quien dicta las reglas es el mercado, quien toma las decisiones es el mercado, quien nos asusta con amenazas de rescate de la economía nacional y con subidas del tipo hipotecario es el mercado. Y resulta que el mercado es como Telefónica o Endesa, entes reales, pero virtuales cuando los buscas para un cara a cara y arreglar algún asunto de cuentas. No hay periódico o informativo de radio o televisión en el que no aparezcan referencias a los mercados, sobre los que se extiende un halo de misterio y temor tal cual surgidos de El Castillo de Kafka. En este caso, se ha averiguado algo más de lo que supo el protagonista de aquella novela, el mercado es el poder financiero, un tipo de poder abstracto que los ciudadanos no eligen ni, lo que es peor, pueden controlar, un poder que se reparte el beneficio de la crisis, que siempre hace caja, que es capaz de poner en un brete a países enteros ajeno como es a esos problemas ordinarios de la gente que se queda sin trabajo o pierde la casa por no poder devolver el préstamo que le dio algún esbirro de los mercados envuelto en un lazo y con corteses apretones de mano. El poder financiero manda, el gobierno (el que sea) obedece y ejecuta.