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A mí me parece que el problema del pepino, por Alemania, no lo tenían muy claro. Vamos, que esto de la bacteria se lo han inventado como excusa porque resulta que los germanos por fin se han decidido a probar la verdura en cuestión y se han dado cuenta de que sabe horrorosamente mal y quieren culpar a un bichejo que ni pincha ni corta. E Coli lo llaman. Para los que no nos llevamos nada bien con verduras y hortalizas y que, según los nutricionistas, tenemos salud y hemos crecido altos y fuertes de chiripa, nos iría de perlas que la Unión Europea destinase ahora un 'muchillón' de euros a inventar una fórmula química que además de matar al E Coli (sí, suena como brócoli, otra hortaliza de destrucción masiva) hiciese que todo lo verde que produce el campo tuviera un sabor que gustase a todo el mundo.

Si a un crío le das un poco de coles de Bruselas que sepan a golosina será el más sano de su clase, no las dejará de comer. Porque los niños y las niñas no son tontos ni tontas, si prueban algo que no les sabe bien automáticamente lo detestan y es entonces cuando todo depende de la tenacidad y la paciencia de los padres y de las madres para hacerles engullir lo que les ha disgustado.

Mis padres lo intentaron un par de veces y desistieron. Me encabronaba ver el plato de color verde con ramas y 'plantas'. Mi tía Lea siempre me recuerda que la primera vez que me puso brócoli en el plato me volví hacia mi madre y le susurré: "Mamá, la tía se ha vuelto loca y me ha puesto árboles para comer". Rozaba los 10 años y me pirraba por los Bollicaos y los croissants de chocolate.

No voy a culpar a mis madres (¿está bien utilizado el plural? Si 'padres' son los dos, 'madres' también deberían serlo, ¿no?... Maldición, la ministra Bibiana Aído y su particular castellano me está traicionando) de que a día de hoy la lechuga sea mi archienemigo, a lo Darth Wader. Visto lo visto no me puedo quejar. Mido metro noventa, peso noventa y tantos kilos de rebosante simpatía y parece que las veces que me dejo caer por este coto privado de ideas al personal que lo frecuenta le caigo bien. Y eso sin comer pepino, brócoli, coles de Bruselas y los demás sucedáneos que se les parezcan.

Entre tú y yo, envidio a los que comen de todo porque nunca tendrán problemas cuando vayan a casa de la suegra a cenar. He sobrevivido a algunas a base de pan y tirando de mis kilos de simpatía.
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dgelabertpetrus@gmail.com