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El recorte anunciado por Bauzá el mismo día de su investidura como presidente del Govern supera los anuncios de austeridad realizados durante la campaña electoral. Los departamentos del gobierno se reducen a más de la mitad y otro tanto sucede con las direcciones generales, de modo que, si es capaz de mantener ese modelo durante los cuatro años de mandato, se calcula un ahorro millonario. La seguridad que transmite el líder popular en estos planteamientos constituye el principal aval de credibilidad a una apuesta de amplio eco popular que, sin embargo, entraña la duda de alcanzar la agilidad y eficacia que se espera de la Administración autonómica y riesgos de insuficiencia en determinados ámbitos donde la reducción de directivos acabe redundando en pérdida de atención ciudadana. Sorprende, por tanto, el calado de una reforma que nace de la esencia de su discurso de ahorro y que muy poco tiene que ver con las habituales cosméticas de los comienzos de legislatura y, en segundo lugar, reconforta el esfuerzo por dimensionar una administración que había crecido con desmesura perceptible y que la buena política y los duros tiempos actuales exigen adaptación a principios de economía y racionalidad.