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A medida que se acerca el momento de la verdad me vuelvo más sensible. Me refiero a la liquidación del IRPF. Sobre nuestras espaldas deberemos cargar con la proporción de parado que nos corresponda. Esto no me incomoda en absoluto. Es su derecho. Nadie quiere estar en paro y cualquiera puede en cualquier momento caer en desgracia en la corte de Fortuna y verse en situación parecida. Nada que objetar. Carguemos también con la proporción de jubilado que corresponda. Idéntico sentimiento: el jubilado se ha ganado su jubilación. Es justo que la paguemos entre todos. Además quizás yo adquiera el estatus de jubilado si en este caso Fortuna me protege doblemente: manteniéndome con vida el tiempo suficiente y protegiendo la caja de las pensiones de los múltiples peligros que la acechan. Añadamos al macuto la parte correspondiente de carreteras, sanidad, educación, etc. Es algo así como los gastos de comunidad del apartamento. Hay que pagarlos y punto.

El problema empieza cuando tengo que cargar en la chepa también con calderetas de langosta que no he degustado yo, sino alguien en una comida de trabajo. También me descompone sobremanera contribuir con mi dinero al pago del billete de bussines class de un eurodiputado que además cada comienzo de un alargado fin de semana pasa por la mañana tempranito a fichar con la maleta ya preparada, para dirigirse a continuación a la sala vip del aeropuerto habiéndose asegurado la dieta del día. La parte que me corresponde del coste de esta operación de diseño tan pragmático como ruin preferiría conservarla en mi bolsillo si no es mucho pedir y no hiere la sensibilidad de los eurodiputados. Lo mismo sirve para senadores y demás dietados.

Asimismo me encantaría poder sacar de mi liquidación con Hacienda la parte que me corresponde aportar para financiar la duplicación o triplicación de cargos en las distintas administraciones, especialmente si tengo en cuenta que ni siquiera juntándose tres o más personas para realizar una única tarea consiguen hacerla bien en muchas ocasiones. Ya puestos también ayudaría si se adelgazasen las plantillas de administradores de la cosa pública. He leído manifestaciones en este sentido por parte de Bauzá que aplaudo sobre todo si aguantan la legislatura y no se diluyen a la vuelta de la esquina como suele suceder tan a menudo con buenas intenciones de esta naturaleza cuando se someten a la presión sin vacilaciones del "¿qué hay de lo mío?"

Lo que ya me pone de los nervios es saber que tengo que pagar también la parte que me corresponde de la construcción de aeropuertos en zonas completamente absurdas, que tengo que seguir pagando el mantenimiento de esas infraestructuras que no se utilizarán, que habré pagado comidas de trabajo de los que negociaban esos contratos millonarios, que con toda probabilidad habré pagado también comisiones, sobrecostes, algún traje, relojes, regalos más o menos horteras y/o costosos. Y ahí no acaba la cosa. También pagaré las indemnizaciones que se deban dar a las empresas que reclaman daños y perjuicios por actuaciones arbitrarias del encargado de turno.

En mis delirios de pesimismo me atormenta la idea de que tenga además que pagar por ejemplo a los propietarios del restaurante Tailandés del Moll de Llevant que reclaman por el incumplimiento por parte del ayuntamiento de las condiciones pactadas para la cesión del terreno con el fin de construir un ascensor (el famosísimo ascensor volatilizado de manera paranormal). Y no es que no quiera que les paguen una indemnización (muy posiblemente la merecen, pues su reclamación tiene visos de ser justa) Lo que me dolería es tener que contribuir yo a ese posible pago. Por dos motivos: el primero es que sería más justo que pague quien cometió el error o la desidia o la incompetencia o lo que sea, y en segundo lugar porque me sentiría cornudo y apaleado ya que la incomparecencia del puñetero ascensor me ha traído a mi también( y a tantos otros vecinos) un notable prejuicio económico. Así pagaría doblemente por no haberme podido beneficiar de su uso y por indemnizar a terceros por causa de un error ajeno. Y todo ello sin comerlo ni beberlo.

Vamos, que nuestros macutos pesan ya demasiado. Si no van a ayudarnos a aliviarlos de cargas injustificadas deberían por lo menos ayudarnos a que mejoren nuestras entradas. También nos gusta la caldereta.