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No hay en toda la política europea ningún país donde los políticos estén más pegados al cargo que ocupan que aquí en España. Será porque todos los políticos actuales nos vienen, en su mayoría, con las ideas a piñón fijo. Ideas maceradas del siglo pasado, que por razones de calendario la política tardará aún varios años en dar políticos del siglo XXI. Aunque ahora que caigo, eso mismo debe pasar con los políticos de otras políticas. Eso de no dimitir, pues, debe ser por otra cosa, por otras razones, que ahora mismo no se me alcanzan.
Tengo en el archivo que me socorre las flaquezas de la memoria, un puñado de políticos/as de allende nuestras fronteras que sí han ido dimitiendo, y no pocas veces por asuntos que aquí, en la España que no dimite ni el tato, a nuestros políticos a lo más les daría para una noche de duermevela y pare usted de contar.

El señor Camps, don Francisco, a la sazón Molt Honorable President de la Generalitat Valenciana, que como saben lleva algo así como dos años con lo de presunto casi como un sambenito adosado a su persona y a su cargo, nunca se le ha pasado por la cabeza la idea de dimitir porque es practicante acérrimo del resiste y vencerás. Que por cierto, ahora que digo lo de presunto, en eso de la presunción de inocencia, siempre me pregunto: ¿qué es más correcto decir: presunto culpable o presunto inocente? Bueno, sea como sea, hasta que la justicia por mediación de un juez no emita su fallo, el señor Camps es inocente, aunque los pasos que le llevan de imputado al banquillo de un juicio oral, a mí me huelen mal, atufan a otra cosa.

El caso es que sobre los trajes del señor Camps se ha desaprovechado una oportunidad de oro. Esta es la hora que no se me alcanza a cómo es posible que a los avispados que viven de trabajarse el marketing, no se les haya ocurrido ponerse en negociaciones con las marcas de los susodichos trajes con algo así como "lleve usted un traje (aquí pondríamos la marca), como los del señor Camps, y por pagar no se preocupe, le pueden salir gratis" o "busca usted un traje (aquí pondríamos la marca) y en las próximas elecciones le votarán hasta los de la oposición". No…ahora ya más en serio, aunque lo de los trajes de Camps cuesta tomárselo en serio.

No sólo el PP, si no la política en general española, no debería permitir que políticos con las presuntas debilidades del señor Camps, estén ostentando un cargo público, sean del partido que sean. Alguna vez deberá acabarse aquello de que "entre bomberos no vamos a pisarnos la manguera."

El PP está en las mejores condiciones que haya estado nunca para ganar las próximas elecciones generales. No puede ir a las urnas con un presidente autonómico afectado de "trajemanía compulsiva" de momento, claro, con el latiguillo de presunto.

La historia del señor Camps y los trajes, como poco dan para la carcajada o para analizar las increíbles torpezas que en este asunto se han cometido. Al principio el señor Camps se negó sin más a reconocer los hechos de los que se le acusa. Luego vino aquella grabación inoportuna "lo nuestro es muy bonito y te quiero un huevo". Luego se negó a que le hubieran regalado ningún traje. Más tarde vino el que él se paga sus trajes. Después, que él compra y no pide factura. Ahora, su defensa dice que sí, que hubo trajes regalados, pero fueron por ser Presidente del PP de Valencia. Torpe defensa es esta a mi modo de ver, porque lo primero que sucede es que deja al señor Camps como embustero. Lo cierto es que llevamos dos años de trajes para abajo y trajes para arriba, juzgados, abogados, un juicio reabierto, en fin… que este asunto se ha movido más "que un garbanzo en la boca de un viejo". Lástima ¿verdad, señor Camps?, que a pesar de dilatar y dilatar esta historia, no ha conseguido usted el anhelado momento de encontrarse con que lo suyo ha prescrito. Que eso de prescribir ha salvado las vergüenzas a más de uno.

Un político, sea del partido que sea, no es más o menos impresentable por el grado de "choriceo" cometido. Lo es si un juez así lo dice en un fallo judicial, previo juicio, por haber hecho lo que la justicia sanciona. Y aún a veces no por lo que sanciona la justicia, si no por lo que sanciona la honestidad porque a veces la justicia permite lo que el sentido común no tolera. Todo lo contrario son ganas de enredar y colaborar a enmierdar la nobleza de la política, cosa ésta que a algunos no parece importarle lo más mínimo. En cualquiera de los casos, a la dirección del PP y el señor Rajoy, sin catarlo ni beberlo, les ha venido un marrón a ver, mientras tocan arrebato para las próximas elecciones legislativas.