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La Monarquía sigue siendo una de las instituciones que consiguen un aprobado de los españoles en las encuestas, como la Guardia Civil, el Ejército, las ONG, o las grandes empresas. Es curioso que los mejor valorados suelen ser los que menos hablan, los que mantienen la boca cerrada y escasean en declaraciones a los medios de comunicación.

Por tradición, los reyes hablan poco. Leen discursos institucionales que forman parte del protocolo y a los que cuesta vestirlos de interés periodístico, pero en general los monarcas se adaptan, con mayor o menor resignación, a su papel representativo.

Hubo un tiempo en que el Rey de España se tomó en serio lo de promocionar la economía española en el exterior. Incluso recomendó algún proyecto menorquín a inversores americanos, cuando, antes de la crisis, algunos ya estaban convencidos de que la Isla necesitaba "un empujón".

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Desde hace unos años, el monarca tiene una idea fija, que expresa con alguna frecuencia, que los partidos políticos, que junto a la prensa suspenden en todas las encuestas, no sean partidistas y compartan objetivos por el bien común.

El Rey no debe callarse, sino exponer un deseo que comparten la gran mayoría de los ciudadanos. Es una lástima que el deseo se contradiga con la realidad y que los partidos hagan oídos sordos a las palabras del Rey, que ofrecen una estrategia para defenderse del "ataque de los mercados".

Al final, parece que le hizo más caso Hugo Chávez que los líderes españoles.