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Antes de comenzar la perorata que planeo derramar suavemente sobre el respetable (si es que continúa leyendo, tanto sea por decisión propia como por inercia), encuentro adecuado hacer un par de consideraciones previas:

La primera es una declaración de agradecimiento al Club Marítimo de Mahón por la generosa cesión temporal de su ascensor privado para uso de la comunidad. Un bonito gesto que hará más llevadera la espera del verdadero, del auténtico, del mítico, del deseado ADN que sin duda acabará materializando su ser en su primoroso hueco que (llegado el gran día) le acogerá con amor tras glorioso y definitivo rescate. (Y sí, gracias Pedro)

La segunda es una confesión bastante personal: Soy alérgico a José María Aznar; tengo para mí que la señora Cospedal, especialista en reproducir la señal, sea además de algo machacona y un puntito muermete (tengo que decirlo), lo suficientemente pizpireta como para maquillar con gracia su impecable porte "de buena familia"; de Rajoy intuyo que sea un personaje mediocre y a González Pons le tengo como el gran campeón de la demagogia para principiantes (su discurso tendencioso adquiere en ocasiones el nivel de complejidad del capítulo "cómo hervir el agua" en los manuales de cocina); y no digamos nada del trajeado de Valencia cuyos saltitos y grititos al más puro estilo colegiala nos recuerdan que hay personajes que son al buen político lo que "Paellador" es a una paella elaborada por mi madre. Bien, pues si confieso sin pudor estos extremos (que nadie me pidió que confesara) es solo para que comprendan que si a continuación paso a alabar a la alcaldesa de Mahón no se debe de ninguna manera a que me ciegue la pasión por los colores de la camiseta.

Coincidiendo con la llegada de los primeros presos al talego, aprovecho para sostener que el discurso y comportamiento de la alcaldesa en día tan funesto para tantos menorquines y amantes de Menorca como lo fue el de la inauguración del "engendro" (la mola que no mola), fue digno e impecable. Hay que tener morro para criticar desde el PSOE sus palabras, cuando lo más normal es que otra persona con menos temple y elegancia hubiera perdido la compostura decidiendo poner en evidencia un tinglado que seguramente tendría dificultades para pasar la prueba del algodón. Yo no entiendo de estas cosas, pero cuando el teniente Colombo se enfrentaba a un crimen, lo primero que hacía era siempre buscar un móvil. ¿Quién heredará? ¿Quién cobrará la prima del seguro? ¿Quién obtendrá beneficio en especie? Si hubiera gato encerrado se encontraría si se busca.

Hasta que esto suceda (si es que llega a suceder) y tomándome la libertad de bromear aprovechando que estamos en pleno agosto, aventuro la hipótesis (basada en rumores) de que el proyecto de la cárcel resultó el vencedor de un concurso de ideas. Sus competidores serían (según esta versión) también osados y la decisión del jurado fue por tanto y al parecer muy difícil de tomar. La tríada competidora se compondría, según mis fuentes (generalmente mal informadas), de un proyecto de construcción de una central nuclear en el Lazareto diseñada por Norman Foster (que mantendría -siempre según estas fuentes- con la Isla una relación especial desde que resultara rechazado su proyecto para Llucalari). La segunda idea en liza consistiría en hiperclorar y teñir de marrón las aguas del puerto con el fin de luchar contra las medusas, y de paso darle un aire novedoso y único. El tercero y finalista propondría desecar la bahía de Fornells para dedicarla al cultivo del arroz. Lo que decidió sin duda al jurado a declarar ganador del concurso a la cárcel fue su estratégica ubicación, ya que los otros proyectos serían menos visibles para el grueso de la población autóctona y visitante. Resultaría decisivo (siempre según los rumores) el informe de los expertos sobre el efecto publicitario que sin duda se produciría cuando en un futuro motín, los presos pudieran exhibir por los ventanucos sus prendas intimas (gayumbos en el argot) ante un público tan numeroso como entregado y heterogéneo (guardias civiles con sus familias, estudiantes de los institutos vecinos, paseantes a pie y en bicicleta, y los miles de ocupantes de vehículos que a diario transitan por el estratégico enclave). En definitiva los únicos que se lo perderían serían los turistas de la pulsera, entregados como estarían a la ingesta de grasas y alcoholes. Esta imagen en el telediario valdría su peso en oro a efectos promocionales.

No me importa añadir que mis opiniones (que tampoco nadie me ha pedido, pero es que me pierde mi afán por hacer amigos) sobre Zapatero (cada ceja suya nos ha costado un ojo de nuestra cara), Blanco (más espabilado que González Pons, pero también más aventajado en el arte del sofisma), Pajín (excelente conocedora y fiel seguidora de la liturgia de su jefe) y otros monaguillos (por ejemplo) resultan bastante simétricas, pero no las he querido incluir en la presente reflexión por no distorsionar la atención de los hipotéticos (y pacientes) lectores.

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PD. ¿Tendrán ascensor en la cárcel?